octubre 13, 2012

Desorden Narcisista de la Personalidad

¿Qué es, a grandes rasgos, un socialista populista?
Los socialistas, también conocidos como gente de izquierda, están definidos de manera uniforme por su hipocresía y una fuerte disociación de la reali-dad. Por ejemplo, los senadores y políticos más ricos del espectro populista se ufanan de ser defensores de los pobres y abogan por la redistri-bución de la riqueza, pero acumulan enormes riquezas para ellos mismos y jamás se han perdido un almuerzo gratis, ni han renunciado a ningún privilegio que se les niega al ciudadano común. Ellos estuvieron siempre más dedicados a sus negociados que al verdadero y duradero desarrollo y progreso de nuestro país. 

Los populistas hablan de unidad, pero ellos fomen-tan la división de clases, apelando a lo peor de la naturaleza humana al dividir a los argentinos en dependientes de la generosidad del estado pater-nal y de los que realmente trabajan para ganar su sustento. ¿Qué son estos socialistas de sillón, en realidad?

  • Ellos apoyan la libertad de pensamiento, menos cuando los pensamientos de usted no sean distintos a los de ellos. 
  • Ellos fingen tolerancia mientras practican la intolerancia.
  • Resisten las discusiones abiertas de sus puntos de vita, mientras tratan de silenciar a los que disienten con ellos.
  • Ellos insisten en que ellos se preocupan más de proteger el ambiente mucho más que los que cazan y pescan, y hablan de proteger al orden natural mientras que abogan por la homosexualidad.
  • Ellos están en contra y denuncian airada-mente a la pena capital para los asesinos más feroces, pero que apoyan con todo ardor el asesinato de los más inocentes entre noso-tros: los niños que aún no nacieron.
  • Ellos desprecian la responsabilidad individual y abogan por el estatismo.
  • Ellos evitan como a la peste a la iniciativa y a la empresa privada mientras que promueven toda clase control del gobierno y regulaciones absurdas.

Los socialistas están afirmando de manera constan-te sus derechos constitucionales, por supuesto que no para los demás cuando se trata de religión o discursos que no concuerdan con el de ellos.

Imponen firmemente las doctrinas del ateísmo secular sobre los demás. Ellos odian la idea de la autosuficiencia, y el derecho a poseer armas le causa una gran consternación porque la posesión de armas por la población civil es peligrosa para la conquista del poder total. Un pueblo armado es un pueblo que es capaz de defenderse de una autoridad injusta.

Ellos creen que el humo de segunda mano es más peligroso que la marihuana y que fumar crack. Creen que un loco acusado de poner bombas a una clínica de abortos merece más atención de la justicia y las fuerzas de seguridad que los grupos islámicos que planean ataques tipo 9/11. Definen a los víctimas del 9/11 como “imperialistas y fascis-tas” mientras que a sus asesinos los llaman “oprimidos”.

Ellos odian a los vehículos 4x4, salvo que sean importados y conducidos por sus cuadros. Abogan por el transporte público masivo pero viajan en jets privados. Son adoradores de la Madre Tierra, la Pachamama o Gaia, y se ven como los últimos y únicos árbitros en el tema del cambio climático y “la salvación del planeta”. 

Ellos creen que los abogados penales salvan vidas y que los médicos matan gente. Creen que la solu-ción al racismo es tratar a la gente de manera diferente basados en el color de la piel más que en el contenido de su personalidad. Se burlan de la claridad moral porque no pueden soportar su escrutinio. Promueven la paz pero fomentan la división y el odio.

Así hasta el infinito…

¿Y por qué los socialistas de izquierda creen en lo que creen –y actúan de la manera en que lo hacen?

La psicopatología dicta, o encuadra, a la visión global. Y la visión que tienen del mundo se mani-fiesta en cosas como la afiliación política. La patología socialista es muy transparente porque ellos son inseguros, son el resultado de una baja autoestima, y con una detención del desarrollo emocional asociado de manera predominante con hogares sin padres, o familias críticamente disfun-cionales en donde todos ellos no estuvieron adecuadamente contenidos y afirmados.

Ellos exhiben miedos, rabia y agresión –la conse-cuencia para el comportamiento de una detención del desarrollo emocional asociado con un trauma de la infancia -primariamente el rechazo por parte de un importante miembro de la familia de origen. Y por la misma razón ellos muestran pesimismo, disgusto, y desprecio por aquellos que son auto-suficientes. Creen que adoptar un código de no conformismo es un signo de individualismo, cuando no es otra cosa que una forma extrema de confor-mismo para quienes son realmente inseguros.

Los socialistas temen a las pérdidas porque han sufrido pérdidas significativas. Los desórdenes de la personalidad del socialista son el resultado de familias rotas. Temen a la muerte porque no tienen, o muy poca, conexión con un Creador, un Ser Superior, un Padre Celestial, a menudo el resultado de la desconexión con sus padres terrenales. A menudo provienen de hogares social o económicamente desfavorecidos, el resultado de hogares sin padres, pero quienes heredaron fortunas (ver a la familia Kennedy), manifiestan una inseguridad similar acerca de ser indefensos sin el sustento externo.

Los socialistas rechazan a la responsabilidad individual y la estabilidad social porque ellos no fueron modelados para eso cuando niños –es la implicancia generacional de la patología. ¿Les suena familiar? Y ellos atribuyen a los liberales sus propias características. Se llama “proyección”, o por cierto mejor definido, hipocresía. Mientras que los factores de comportamientos mencionados no son causas universales en nacimiento de una visión socialista del mundo, ciertamente son predominantes.

Una cercana revisión de la infancia temprana de la mayoría de los socialistas revelará que fueron “víctimas” de muchas de estas circunstancias que son, en parte, la base de su “mentalidad de víctimas”. 

El Desorden Narcisista de la Personalidad 

Médicamente hablando, hay un diagnóstico para los famosos socialistas como Juan y Eva Perón, Raúl Alfonsín, y otros “progres” famosos como Pino Solanas, Néstor y Cristina Kirchner, y su pléyade de jóvenes Camporistas, entre muchos, sin olvidar a famosos intelectuales de la izquierda argentina como Arturo Jauretche. Ellos son casos patológicos de estudio del Desorden Narcisista de la Personalidad, o DNP, como está definido en el Manual de Diagnóstico y Estadísticas de Desór-denes Mentales, la referencia estándar para la evaluación psiquiátrica.

El criterio de diagnóstico para el DNP incluye un “patrón penetrante de grandiosidad (en fanta- sías o comportamiento), necesidad de admira-ción, y una ausencia de empatía, comenzando en la temprana adultez o adolescencia, y presente en una variedad de contextos” que se manifiestan como “un grandioso sentido de la propia impor-tancia (por ej.: exageración de los logros y talentos, esperanza de ser reconocidos como superiores sin logros proporcionales)”; “una preocupación con fantasías de éxito ilimitado, poder, brillantez, belleza, o amor ideal; y una creencia de que él o ella es ‘especial’ y único y sólo puede ser comprendido por, o debería estar asociado con, otras personas especiales o de status elevado (o instituciones)”, y el sujeto “carece de empatía: es reacio a reconocer o identificarse con los sentimientos y necesidades de otros… muestra arrogancia y actitudes o comportamientos altivos.”

El Dr. Henry Miller, un veterano de 20 años en el National Institutes of Health hace notar que “La gente que sufre del Desorden Narcisista de la Personalidad son duros de tener cerca de uno. Ellos son jefes terribles, insoportable parientes políticos e insufribles vecinos. Es por eso que yo no quiero tenerlo a Al Gore como presidente –o viviendo en la casa de al lado.” 

Por supuesto, hay muchos conservadores y libe-rales que fueron criados por un solo padre, o en un hogar críticamente disfuncional o empobre-cido. Sin embargo, en algún momento de la vida fueron arrancados de su miseria por la gracia del Creador –a menudo en la forma de un mentor significativo que les modeló una responsabilidad individual y el carácter. Como resultado, ellos tienen el coraje de internalizar su lugar de responsabilidad, a diferencia de los progres que externalizan la responsabilidad para los problemas y soluciones, culpando a los demás (léase, a los conservadores y liberales) por sus males, y otor-gando al estado el deber de arbitrar la conducta correcta –y aún el pensamiento correcto.

No es una coincidencia de que las bases conserva-doras tienden a ser suburbanas o rurales, mientras que las bases políticas de los progres y socialistas tienden a ser urbanas. La plaga social, cultural y económica en muchos entornos urbanos son los catalíticos que producen generaciones de progres y socialistas. Muchos urbanitas ya no tienen una conexión con “la tierra” (la auto suficiencia) y en consecuencia tienden a ser sumamente depen-dientes del estado para todas las formas de su bienestar, protección y sostenimiento. El comu-nismo, el fascismo y el nazismo (todas son formas de socialismo) en un extremo, es control comple-to, total, y absoluto del gobierno sobre la vida de los ciudadanos.

En el otro extremo está la ausencia total del control gubernamental, lo que significa anarquía. En algún lugar hacia el medio, está la libertad personal y social, balanceada por el imperio de la ley. Eso es conservadorismo o liberalismo, y es la regla de oro de la intrínseca naturaleza humana. La naturaleza no nos controla como a marionetas sino que nos gobierna mediante las inflexibles leyes de la física, la química, y la biología.

Es necesario corregir el error lingüístico y con-ceptual en nuestro discurso, de que Hitler y Mussolini eran “dictadores de extrema derecha”. Todos los dictadores son de izquierda. El socialis-mo, sea nacional, o nacional y popular, va en contra del sentimiento más antiguo, más impor-tante y genéticamente grabado en nuestros cerebros: el de la libertad individual.

El socialismo quiere que el individuo renuncie a su derecho y nato deseo de libertad, y lo transfiera a la sociedad sin comprender que la sociedad está compuesta por individuos con sus deseos y dere-chos a la libertad individual y que no quieren perderlos.

Es verdad, sin embargo, que en una sociedad, lo mismo que en una aglomeración de personas, hay derechos territoriales que debemos conceder a los demás reduciendo al nuestro en cierta medida. De esa imagen nace el Axioma de Oro de toda socie-dad que funciona armoniosamente: “El derecho de uno termina donde comienza el derecho del otro”. Pero el derecho de “todos los otros” no puede, jamás, cercenar el derecho de un solo individuo, por más argucias y malabarismos semánticos que quieran emplearse.

Un ejemplo notable de a dónde puede el socia-lismo llevar a una sociedad lo dejó escrito bien claro Vladimir Ilich Lenin en su “Decálogo” de 1913:

  1. Corrompa a la juventud y dele libertad sexual.
  2. Infiltre y después controle todos los medios de comunicación de masas.
  3. Divida a la población en grupos antagónicos, incitando las discusiones sobre asuntos sociales.
  4. Destruya la confianza del pueblo en sus líderes.
  5. Hable siempre sobre Democracia y Estado de Derecho, pero, en cuanto se presente la oportunidad, asuma el Poder sin ningún escrúpulo.
  6. Colabore con el vaciamiento de los dineros públicos; desacredite la imagen del País, especialmente en el exterior y provoque el pánico y el desasosiego en la población por medio de la inflación.
  7. Promueva huelgas, aunque sean ilegales, en las industrias vitales del País.
  8. Promueva disturbios y contribuya para que las autoridades constituidas no las repriman.
  9. Contribuya a destruir los valores morales, la honestidad y la creencia en las promesas de los gobernantes. Nuestros parlamentarios infiltrados en los partidos democráticos deben acusar a los no comunistas, obligándolos, so pena de exponerlos al ridículo, a votar solamente lo que sea de interés de la causa socialista.
  10. Registre a todos aquellos que posean armas de fuego, para que sean confiscadas en el momento oportuno, haciendo imposible cualquier resistencia a la causa.