Eduardo Ferreyra
Córdoba, Argentina,
5 de noviembre, 2006
En la prensa de la Madre Patria aparece un suelto que nos da un tantito para pensar, como diría el Chavo del Ocho. La noticia casi se explica solita y nos la presenta la gente de Libertad Digital:
El Gobierno controlará el volumen de los gritos de protesta en la próxima manifestación de la AVT en Sevilla
Las víctimas del terrorismo saldrán a la calle el próximo 1 de octubre en Sevilla para censurar la negociación del Gobierno Zapatero con ETA. Una vez anunciado el lugar donde se celebrará el acto y solicitados los permisos correspondientes, las víctimas han visto como el Delegado del Gobierno en Andalucía, Juan José López Garzón, no sólo se les limita el espacio físico que puede ocupar la manifestación, sino, incluso, los decibelios que pueden alcanzar los gritos de protesta, tal vez para evitar las "actitudes vociferantes" que Conde-Pumpido denunció en otros actos.
¿Qué pasó con los Derechos Humanos? ¿Dónde se ha metido el juez Baltasar Garzón, el meterete Pájaro Loco que creía que su jurisdicción era el planeta Tierra? Claro que con la complicidad de otros enamorados de las subversiones (pero en allende tierra ajena), la jurisdicción llega así a Galaxias vecinas. Así, mirando a la Ley de reojo, o las más de las veces para otro lado, las cosas resultan mucho más fáciles.
España, desde la llegada del Zapatero (que se rehúsa a dedicarse a sus zapatos) ha sido un papelón medio constante en sus relaciones con los terroristas de la ETA, y con los viejos refugiados del terrorismo argentino, esto es, los muchos “desaparecidos” que regresaron a casa después de que sus familias hubieron cobrado la indemnización de $250.000 dólares por barba –pagados a sus familias, claro, sino hubiese quedado muy mal presentarse a cobrar en persona. Algunos famosos jueces hicieron la picardía, sentados hoy en la Corte Suprema de Justicia y en algunos juzgados federales, e impulsaron una ley que les evitaba devolver al Estado esos mal-haberes (por mal habidos) inventando una indemnización por la “molestia” que sufrieron de pasarse unas vacaciones en la Ibérica península. Entonces la cuenta de banco quedaba nivelada en caso de que se les exigiese la devolución de la indemnización por “desaparecido”.
Como no podía resultar de otra manera, a la primera cobranza no la devolvieron (miraron para otro lado) y a la segunda la depositaron -quizás en algún banquito Suizo?
Bien, todo ello aprobado y apañado por los famosos Derechos Humanos –como si en las constituciones de todas las naciones democráticas (no en la de Cuba, claro, ni la de China o Corea del Norte, y menos en la de Irán) figuran especificados todos y cada uno de los derechos que los humanos necesitamos para vivir dignamente y en libertad. Que los gobiernos y los políticos de “Letrinoamérica” no se hayan nunca preocupado de hacer que se cumplan, es un asunto enteramente diferente.
Pero los españoles se han golpeado el pecho y rasgado sus vestiduras hasta quedar en pelo… (bueno , así mismo, como decía San Martín), llorando cuarenta años por su guerra civil. Claro que la han estado mirando por el ojo izquierdo, por eso se olvidaron de las famosas Checas de la policía republicana, donde los opositores de derecha eran vejados y torturados hasta el cansancio –el de los torturadores, claro. Los torturados se morían antes, pero a nadie le importaba, y al parecer sigue sin importarles hoy.
Bueno, pero los españoles decidieron que a eso había que dejarlo atrás, dieron vuelta la hoja del libro de la historia y se decidieron a mirar al otro lado de los Pirineos, donde estaba el resto de Europa a quien le estaba yendo bastante bien, especialmente después de la catarata de dólares con que el Plan Marshall había inundado a Alemania, más las inversiones americanas por todos lados. Sepultaron al Generalisísimo Franco -porque ni general, ni generalísimo (qué ridiculez!), había que ser general pero a lo grande, que joder! Así son los españoles, y de eso hemos heredado mucho los argentinos y, para peor, lo hemos pulido, retocado y elevado a la estupidísima potencia.
Así fue que, después del pacto de la Moncloa, creyeron que estaban listos para competir en el Campeonato Mundial de los Derechos Humanos, y nada mejor que ocuparse de mostrarlo a todo el mundo, así no le quedaban dudas a nadie. No se ocuparon mucho en fijarse si en su terruño las cosas relativas a esos derechos eran aseguradas de verdad, y se dedicaron a refugiar y darle una calurosa bienvenida al malón “montonero” y “erpiano” que recaló por allí entre 1973 y 1980, dejando que los vascos de ETA hicieran su agosto y cosecha de muertes a “piacere”. Claro, no se les puso coto en sus asesinatos a mansalva como se hizo en Argentina. No era “ético”. Todavía sufren a ETA. A joderse! No hay ética que pueda volver a sus hogares a los inocentes despedazados por las bombas y las balas terroristas.
En el pensamiento de los Defensores de los Derechos Humanos (o Desechos Humanos) los terroristas tienen derecho a poner bombas, asesinar a policías y jueces, alcaldes y a cualquiera que tenga la mala suerte de pasar cerca del coche bomba. Los civiles, los ciudadanos, esos imbéciles, no tienen otro derecho que a aguantarse el espectáculo y comerse el garrón. En Argentina hoy, la máxima autoridad de la diplomacia es el Canciller, puesto ocupado hoy por un terrorista Montonero que puso una bomba en un bar de Buenos Aires para asesinar a un oficial de la marina. La bomba explotó después de que el oficial pagara su café y se fuera a su casa. Los que jamás volvieron a su casa fueron una inocente mujer y el mozo del café. El futuro canciller fue atrapado, juzgado y encarcelado. No lo “desaparecieron”. Lástima. No pudo cobrar la "indemnización" que sí cobraron sus amigos.
Luego fue indultado por el presidente Alfonsín, junto a todos los militares que habían derrotado a la guerrilla. Se buscaba la Paz. Se consiguió desde 1983 hasta el 2003. Pero sus amigos actualmente en el poder, luego de anular los indultos a los militares, mirando por el ojo izquierdo hacia otro lado, se olvidaron de anular los indultos a los terroristas y criminales comunes de las bandas Montoneros y ERP. También ubicaron a todos los principales criminales en los puestos ministeriales y gubernamentales más elevados, y nombraron un canciller que bien les representa –a ellos, pero no a los argentinos. Lo que se dice, un asco.
Llegamos a esta mañana
Argentina es un país donde la gente tiene toda clase de derechos, por más ridículos que parezcan a primera vista. Claro que está prohibido hablar de “deberes y obligaciones”, fuera de los de pagar impuestos y agachar la cabeza al paso de los políticos. Imagine usted cualquier derecho que se le ocurra. No sea tímido, imagine uno. Bueno, ese derecho está garantizado en Argentina –por lo menos de palabra porque en los hechos las cosas son bastante parecidas a España. Los únicos que tienen derechos son los que cuentan con la bendición episcopal del Matón de Turno, que con mano firme dirige el sistema de saqueo nacional -siempre secundado (por desgracia) por una legión interminable de políticos, a cual más corrupto y atorrante que el otro que viene detrás –recogiendo las migas que el primero va dejando caer, de descuidado que es, en el saqueo.
Ambos países compiten por el campeonato mundial de “defensores de los desechos humanos”. Y hasta tienen asambleas de todo tipo para asegurar que eso suceda. Y si alguna asamblea decide que alguna cosa es “derecho inalienable” de sus miembros –por avasallante que sea de los derechos de los demás, por más violatorio que sea de la Constitución y del código Penal- el gobierno lo declara como “derecho humano irrenunciable,” sobre todo si esas asambleas se expresan de manera violenta, encapuchados, con palos, “tumberas,” y cortando rutas. Lo llaman, el “Derecho a Expresarse”.
Claro que si alguien decide a expresarse de alguna manera que al gobierno y sus defensores de los desechos humanos no les agrada –como ser, ejerciendo la crítica periodística y opinando sobre la marcha de la economía del país, o del alarmante aumento del poder absoluto personal del Ejecutivo, de manera que se contradice con la acaramelada visión gubernamental o partidaria (Bah! Con la visón que el Patrón tiene, digámoslo de una vez), entonces los derechos del disidente se esfuman como el humo del fumador pasivo en una canasta de mimbre.
En España, donde afirman que todos los derechos humanos están asegurados, no funciona el asunto de los “derechos de las víctimas del terrorismo,” de aquellos que hacen décadas que vienen recibiendo bombazos y tiros por las mañanas y las tardes, y otras veces a la madrugada. En España y en Argentina, el papelón es similar. Como en la obra de Orwell, “todos los animales, perdón, los ciudadanos son iguales, pero hay algunos que son más iguales que los demás.”
Si uno es terrorista o lo ha sido, es acreedor de todos los derechos y consideraciones que se les ocurra. Hasta se puede ser diputado, senador, Juez de la Corte Suprema o Canciller. Pero, ojo! no cualquier terrorista. Tiene que ser de izquierdas, porque los de derechas en este sistema van al muere, y los perseguirá el juez de jurisdicción Galáctica Garzón hasta verlos condenados a doce cadenas perpetuas consecutivas. ¿Se habrá visto estupidez tan ridícula como esa? Con una sola era suficiente. Pero en un país en donde alguien dice: “Hola Manolo, te hablo por la motocicleta”, y le responden “Caramba, Paco, qué bien que se te oye!”, cualquier cosa puede suceder.
Los papelones pueden alcanzar dimensiones descomunales.
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2 comentarios:
Tanto los fascistas repugnantes, los que llevaron a cabo matanzas sin sentido en su afán de combatir la subversión como los que defendiendo sus ideales de izquierda cometieron también matanzas repulsivas nos tienen asqueados y revueltos. Nada, entiéndase bien, nada justifica ni el terrorismo de estado (porque cuando el estado se vuelve terrorista desciende a la peor de sus expresiones) ni el pretender defender las excecrables bandas que asolaban un país autorizadas y aprovechadas por quienes se llamaban reorganizadores de la patria. Nada justifica las muertes inútiles causadas por una guerrilla ciega y necia. Pero llamemos a las cosas por su nombre: Hubieron asesinatos de ambos bandos agravado por la hipocresía de los traidores a la patria que en lugar de poner los cojones sobre la mesa, imponer una ley marcial como debe ser juicio sumario, fusilamiento y posterior entrega del cuerpo a familiares optaron por la delincuencia amparada por el estado. Cabrones que tiraban gente anestesiada desde los aviones de la armada argentina. Que se quedaban con bienes y propiedades de perseguidos, con niños.Luego iban y comulgaban como la mayoría de farsantes que tiene este país. Y por el otro lado cabrones que colocaban bombas en nombre de ideas no aplicables en esta sociedad, que mataban inocentes mientras transaban con cúpulas militares. Esos grupos (unos y otros) son las que marcaron toda una etapa de nuestro castigado país. Las cosas por su nombre, amigo, basta de eufemismos y de falsos mitos (desaparecidos de viaje por Europa y canalladas semejantes). Si el Estado es más delincuente que los propios delincuentes, entonces sí estamos fritos. Dediquémonos a castigar al delincuente de estado o al otro, el de la vereda de enfrente, entonces podremos comenzar a vivir una vida decente. Basta ya de viejos dinosaurios con hijares malolientes que sabiendo de su próxima partida aún continúan agitando excusas que la propia realidad se ha encargado de tirar por tierra. Realmente produce nauseas observar la ignorancia supina en la que puede caer el ser humano.
Usuario anónimo:
Jose Sacristán decía en su famoso monólogo del final en "Solos en la madrugada"
-NO NOS PASEMOS LOS PRÓXIMOS CUARENTA AÑOS HABLANDO DE LOS CUARENTA AÑOS QUE PASARON. Pues nosotros le hemos ganado: hace veintitres años que venimos hablando de aquellos siete que pasaron (y me temo que dentro de cuarenta sigamos hablando de los mismos siete).
Coño, que hemos vivido una guerra de guerrillas, en donde jamás es mejor el que ataca que el que se defiende, ni es más bueno el que se defiende que el atacante. Ambos han cometido CRÍMENES DE GUERRA, y en toda sociedad civilizada, sin importar quién los cometa, los crímenes son crímenes y merecen la misma pena (por algo desde siempre se pinta a la Justicia con los ojos vendados). Cuando en una sociedad "La Justicia" tiene la venda un tanto corrida y vé un poquito con un solo ojo, esa sociedad no es civilizada.
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