octubre 13, 2012

Desorden Narcisista de la Personalidad

¿Qué es, a grandes rasgos, un socialista populista?
Los socialistas, también conocidos como gente de izquierda, están definidos de manera uniforme por su hipocresía y una fuerte disociación de la reali-dad. Por ejemplo, los senadores y políticos más ricos del espectro populista se ufanan de ser defensores de los pobres y abogan por la redistri-bución de la riqueza, pero acumulan enormes riquezas para ellos mismos y jamás se han perdido un almuerzo gratis, ni han renunciado a ningún privilegio que se les niega al ciudadano común. Ellos estuvieron siempre más dedicados a sus negociados que al verdadero y duradero desarrollo y progreso de nuestro país. 

Los populistas hablan de unidad, pero ellos fomen-tan la división de clases, apelando a lo peor de la naturaleza humana al dividir a los argentinos en dependientes de la generosidad del estado pater-nal y de los que realmente trabajan para ganar su sustento. ¿Qué son estos socialistas de sillón, en realidad?

  • Ellos apoyan la libertad de pensamiento, menos cuando los pensamientos de usted no sean distintos a los de ellos. 
  • Ellos fingen tolerancia mientras practican la intolerancia.
  • Resisten las discusiones abiertas de sus puntos de vita, mientras tratan de silenciar a los que disienten con ellos.
  • Ellos insisten en que ellos se preocupan más de proteger el ambiente mucho más que los que cazan y pescan, y hablan de proteger al orden natural mientras que abogan por la homosexualidad.
  • Ellos están en contra y denuncian airada-mente a la pena capital para los asesinos más feroces, pero que apoyan con todo ardor el asesinato de los más inocentes entre noso-tros: los niños que aún no nacieron.
  • Ellos desprecian la responsabilidad individual y abogan por el estatismo.
  • Ellos evitan como a la peste a la iniciativa y a la empresa privada mientras que promueven toda clase control del gobierno y regulaciones absurdas.

Los socialistas están afirmando de manera constan-te sus derechos constitucionales, por supuesto que no para los demás cuando se trata de religión o discursos que no concuerdan con el de ellos.

Imponen firmemente las doctrinas del ateísmo secular sobre los demás. Ellos odian la idea de la autosuficiencia, y el derecho a poseer armas le causa una gran consternación porque la posesión de armas por la población civil es peligrosa para la conquista del poder total. Un pueblo armado es un pueblo que es capaz de defenderse de una autoridad injusta.

Ellos creen que el humo de segunda mano es más peligroso que la marihuana y que fumar crack. Creen que un loco acusado de poner bombas a una clínica de abortos merece más atención de la justicia y las fuerzas de seguridad que los grupos islámicos que planean ataques tipo 9/11. Definen a los víctimas del 9/11 como “imperialistas y fascis-tas” mientras que a sus asesinos los llaman “oprimidos”.

Ellos odian a los vehículos 4x4, salvo que sean importados y conducidos por sus cuadros. Abogan por el transporte público masivo pero viajan en jets privados. Son adoradores de la Madre Tierra, la Pachamama o Gaia, y se ven como los últimos y únicos árbitros en el tema del cambio climático y “la salvación del planeta”. 

Ellos creen que los abogados penales salvan vidas y que los médicos matan gente. Creen que la solu-ción al racismo es tratar a la gente de manera diferente basados en el color de la piel más que en el contenido de su personalidad. Se burlan de la claridad moral porque no pueden soportar su escrutinio. Promueven la paz pero fomentan la división y el odio.

Así hasta el infinito…

¿Y por qué los socialistas de izquierda creen en lo que creen –y actúan de la manera en que lo hacen?

La psicopatología dicta, o encuadra, a la visión global. Y la visión que tienen del mundo se mani-fiesta en cosas como la afiliación política. La patología socialista es muy transparente porque ellos son inseguros, son el resultado de una baja autoestima, y con una detención del desarrollo emocional asociado de manera predominante con hogares sin padres, o familias críticamente disfun-cionales en donde todos ellos no estuvieron adecuadamente contenidos y afirmados.

Ellos exhiben miedos, rabia y agresión –la conse-cuencia para el comportamiento de una detención del desarrollo emocional asociado con un trauma de la infancia -primariamente el rechazo por parte de un importante miembro de la familia de origen. Y por la misma razón ellos muestran pesimismo, disgusto, y desprecio por aquellos que son auto-suficientes. Creen que adoptar un código de no conformismo es un signo de individualismo, cuando no es otra cosa que una forma extrema de confor-mismo para quienes son realmente inseguros.

Los socialistas temen a las pérdidas porque han sufrido pérdidas significativas. Los desórdenes de la personalidad del socialista son el resultado de familias rotas. Temen a la muerte porque no tienen, o muy poca, conexión con un Creador, un Ser Superior, un Padre Celestial, a menudo el resultado de la desconexión con sus padres terrenales. A menudo provienen de hogares social o económicamente desfavorecidos, el resultado de hogares sin padres, pero quienes heredaron fortunas (ver a la familia Kennedy), manifiestan una inseguridad similar acerca de ser indefensos sin el sustento externo.

Los socialistas rechazan a la responsabilidad individual y la estabilidad social porque ellos no fueron modelados para eso cuando niños –es la implicancia generacional de la patología. ¿Les suena familiar? Y ellos atribuyen a los liberales sus propias características. Se llama “proyección”, o por cierto mejor definido, hipocresía. Mientras que los factores de comportamientos mencionados no son causas universales en nacimiento de una visión socialista del mundo, ciertamente son predominantes.

Una cercana revisión de la infancia temprana de la mayoría de los socialistas revelará que fueron “víctimas” de muchas de estas circunstancias que son, en parte, la base de su “mentalidad de víctimas”. 

El Desorden Narcisista de la Personalidad 

Médicamente hablando, hay un diagnóstico para los famosos socialistas como Juan y Eva Perón, Raúl Alfonsín, y otros “progres” famosos como Pino Solanas, Néstor y Cristina Kirchner, y su pléyade de jóvenes Camporistas, entre muchos, sin olvidar a famosos intelectuales de la izquierda argentina como Arturo Jauretche. Ellos son casos patológicos de estudio del Desorden Narcisista de la Personalidad, o DNP, como está definido en el Manual de Diagnóstico y Estadísticas de Desór-denes Mentales, la referencia estándar para la evaluación psiquiátrica.

El criterio de diagnóstico para el DNP incluye un “patrón penetrante de grandiosidad (en fanta- sías o comportamiento), necesidad de admira-ción, y una ausencia de empatía, comenzando en la temprana adultez o adolescencia, y presente en una variedad de contextos” que se manifiestan como “un grandioso sentido de la propia impor-tancia (por ej.: exageración de los logros y talentos, esperanza de ser reconocidos como superiores sin logros proporcionales)”; “una preocupación con fantasías de éxito ilimitado, poder, brillantez, belleza, o amor ideal; y una creencia de que él o ella es ‘especial’ y único y sólo puede ser comprendido por, o debería estar asociado con, otras personas especiales o de status elevado (o instituciones)”, y el sujeto “carece de empatía: es reacio a reconocer o identificarse con los sentimientos y necesidades de otros… muestra arrogancia y actitudes o comportamientos altivos.”

El Dr. Henry Miller, un veterano de 20 años en el National Institutes of Health hace notar que “La gente que sufre del Desorden Narcisista de la Personalidad son duros de tener cerca de uno. Ellos son jefes terribles, insoportable parientes políticos e insufribles vecinos. Es por eso que yo no quiero tenerlo a Al Gore como presidente –o viviendo en la casa de al lado.” 

Por supuesto, hay muchos conservadores y libe-rales que fueron criados por un solo padre, o en un hogar críticamente disfuncional o empobre-cido. Sin embargo, en algún momento de la vida fueron arrancados de su miseria por la gracia del Creador –a menudo en la forma de un mentor significativo que les modeló una responsabilidad individual y el carácter. Como resultado, ellos tienen el coraje de internalizar su lugar de responsabilidad, a diferencia de los progres que externalizan la responsabilidad para los problemas y soluciones, culpando a los demás (léase, a los conservadores y liberales) por sus males, y otor-gando al estado el deber de arbitrar la conducta correcta –y aún el pensamiento correcto.

No es una coincidencia de que las bases conserva-doras tienden a ser suburbanas o rurales, mientras que las bases políticas de los progres y socialistas tienden a ser urbanas. La plaga social, cultural y económica en muchos entornos urbanos son los catalíticos que producen generaciones de progres y socialistas. Muchos urbanitas ya no tienen una conexión con “la tierra” (la auto suficiencia) y en consecuencia tienden a ser sumamente depen-dientes del estado para todas las formas de su bienestar, protección y sostenimiento. El comu-nismo, el fascismo y el nazismo (todas son formas de socialismo) en un extremo, es control comple-to, total, y absoluto del gobierno sobre la vida de los ciudadanos.

En el otro extremo está la ausencia total del control gubernamental, lo que significa anarquía. En algún lugar hacia el medio, está la libertad personal y social, balanceada por el imperio de la ley. Eso es conservadorismo o liberalismo, y es la regla de oro de la intrínseca naturaleza humana. La naturaleza no nos controla como a marionetas sino que nos gobierna mediante las inflexibles leyes de la física, la química, y la biología.

Es necesario corregir el error lingüístico y con-ceptual en nuestro discurso, de que Hitler y Mussolini eran “dictadores de extrema derecha”. Todos los dictadores son de izquierda. El socialis-mo, sea nacional, o nacional y popular, va en contra del sentimiento más antiguo, más impor-tante y genéticamente grabado en nuestros cerebros: el de la libertad individual.

El socialismo quiere que el individuo renuncie a su derecho y nato deseo de libertad, y lo transfiera a la sociedad sin comprender que la sociedad está compuesta por individuos con sus deseos y dere-chos a la libertad individual y que no quieren perderlos.

Es verdad, sin embargo, que en una sociedad, lo mismo que en una aglomeración de personas, hay derechos territoriales que debemos conceder a los demás reduciendo al nuestro en cierta medida. De esa imagen nace el Axioma de Oro de toda socie-dad que funciona armoniosamente: “El derecho de uno termina donde comienza el derecho del otro”. Pero el derecho de “todos los otros” no puede, jamás, cercenar el derecho de un solo individuo, por más argucias y malabarismos semánticos que quieran emplearse.

Un ejemplo notable de a dónde puede el socia-lismo llevar a una sociedad lo dejó escrito bien claro Vladimir Ilich Lenin en su “Decálogo” de 1913:

  1. Corrompa a la juventud y dele libertad sexual.
  2. Infiltre y después controle todos los medios de comunicación de masas.
  3. Divida a la población en grupos antagónicos, incitando las discusiones sobre asuntos sociales.
  4. Destruya la confianza del pueblo en sus líderes.
  5. Hable siempre sobre Democracia y Estado de Derecho, pero, en cuanto se presente la oportunidad, asuma el Poder sin ningún escrúpulo.
  6. Colabore con el vaciamiento de los dineros públicos; desacredite la imagen del País, especialmente en el exterior y provoque el pánico y el desasosiego en la población por medio de la inflación.
  7. Promueva huelgas, aunque sean ilegales, en las industrias vitales del País.
  8. Promueva disturbios y contribuya para que las autoridades constituidas no las repriman.
  9. Contribuya a destruir los valores morales, la honestidad y la creencia en las promesas de los gobernantes. Nuestros parlamentarios infiltrados en los partidos democráticos deben acusar a los no comunistas, obligándolos, so pena de exponerlos al ridículo, a votar solamente lo que sea de interés de la causa socialista.
  10. Registre a todos aquellos que posean armas de fuego, para que sean confiscadas en el momento oportuno, haciendo imposible cualquier resistencia a la causa.


marzo 11, 2009

La República Sindical

por Eduardo Ferreyra

La República Sindical nace en 1943 con el advenimiento del Coronel Perón a la Secretaría de Trabajo. Fueron los sindicatos quienes llevaron a Perón al gobierno y desde entonces ha sido el principal obstáculo para el desarrollo de la nación y al mismo tiempo el vampiro que chupó la sangre de la población de Argentina –y el cáncer terminal que acabará con ella.

Es la más importante corporación netamente fascista que funciona en al país, y tiene mucho más poder que los mismos políticos que le dieron vida. Como Frankestein, es un monstruo que cobró vida de las manos de un alucinado y escapó a su control. Debido al poder omnímodo que detenta, el sindicalismo impide el funcionamiento adecuado del sistema representativo y de la economía del mercado. Este sistema no beneficia al país y a los supuestos “beneficiarios”, sino que alimenta con largueza a una clase parasitaria, minoritaria y dotada de privilegios injustificados dado que nada aporta a la productividad del país –sólo la dificulta en grado extremo, y a un costo exorbitante para los argentinos. Los intereses de la clase sindical se contraponen dramáticamente con los de una República Federal, Representativa y Democrática.

El decreto 23852/44 firmado por el Gral. Edelmiro Farrel era la genial idea del Coronel Perón y otros cómplices en la fundación de una república fascista al estilo del tirano Benito Mussolini, de quien Perón era un fanático admirador. El nefasto decreto eliminó la libertad de agremiación que regía en la sabia Constitución de 1853 (art. 14), e instaló el “sindicato único” y la obligación de todos los trabajadores de aportar de su sueldo aunque no estuviesen afiliados a él. Un fundamental pedazo de la democracia acababa de morir en la Argentina.

En esta república populista y fascista, todos y cada uno de los gobiernos que siguieron al de Perón desoyeron las constantes solicitudes de la Organización Internacional del Trabajo para que se restableciera la “Libertad de Asociación”, base fundamental de toda democracia representativa y federal. Pero eso debilitaría al sindicalismo y dejaría de ser una poderosa arma en manos de los demagogos y mesiánicos gobernantes que ha padecido la Argentina desde 1946 en adelante. Por supuesto, el sindicato único ha sido un apéndice necesario e imprescindible del Partido Peronista. El régimen sindical faculta a las corporaciones sindicales para desempeñarse en actividades políticas, algo que va a contrapelo de la doctrina dominante en todo el mundo libre. Nos recuerda Octavio Carranza que:

  • En la democracia constitucional la ciudadanía concurre a las elecciones para designar a sus representantes, sin distinción de clases sociales; en cambio, en el Estado Fascista se fracciona a la sociedad en corporazione o gilds, cuyos miembros actúan corporativamente. En el sistema argentino, los ciudadanos gremialistas gozan de una especie de doble ciudadanía, la ciudadanía política y la gremial, lo cual significa una doble potencia electoral. El sindicalismo privilegiado por el Estado juega con ventajas impropias y corruptoras de la democracia representativa.

El nefasto Gral. Juan C. Onganía, ultra fascista él, perfeccionó malévolamente al sistema añadiéndole la entrega de recursos económicos descomunales a las llamadas “obras sociales”, la ley 18610, cuya derogación sería el primer paso a una “cura” milagrosa de la república. El monto adjudicado en 2005 a las obras sociales –manejadas con impunidad por la burocracia sindical en provecho propio- sumó $5.234 millones de pesos, el triple del monto total asignado a la justicia federal. El minúsculo grupo de beneficiarios que se cobijan en la CGT fueron los principales beneficiarios, las cajas de las obras sociales están quebradas de manera crónica. Nos sigue recordando Octavio Carranza sobre la podredumbre del sindicalismo, que se ha contagiado al resto de las corporaciones que funcionan y azotan a la nación:

  • “El sistema del sindicato único omnipotente, legalmente facultado para intervenir en las lides políticas partidarias como apéndice de un determinado partido, munido de medios económicos prácticamente ilimitados, sin controles contables, incide negativamente en el funcionamiento del principio representativo, pues crea de hecho una fuerza política extraconstitucional que rompe el equilibrio y la igualdad entre los partidos.”

  • “Por otra parte, el sindicato único es una valla que obstaculiza el desenvolvimiento natural del aparato productivo, pues se torna invencible la potencia alcanzada por los sindicalistas como grupo de presión que ejerce siempre una coacción patoteril, apoyada por el Estado y por una legislación laboral complaciente.”

El sindicalismo gobierna, de hecho al país mediante la amenaza de detenerlo totalmente hasta que sus demandas hayan sido satisfechas. Su éxito se basa en la virtual toma de rehenes de grandes porciones de la población argentina. La reciente protesta del campo en contra de las retenciones abusivas y confiscatorias del matrimonio de veleidades Imperiales demostró que si el Señor Hugo Moyano se levanta ese día con el pie izquierdo, ese día la Argentina entra en fase de parálisis y desabastecimiento total.

También es norma obligada que los habitantes de una ciudad deban pasarse días sin transporte público porque el sindicato único ha decretado la huelga, o si hay “conciliación obligatoria” la ausencia del servicio se mantiene por la chicana de las “asambleas en punta de línea,” –una por hora. Exactamente lo mismo deben soportar los ciudadanos cuando el sindicato único de empleados del estado, o de empleados municipales, llaman a la huelga, asambleas en lugares de trabajo, en las calles, y protestas con las eternas bombas de estruendo con las que pretenden insinuar que “estamos enojados, somos muchos y bravos, y mejor que nos hagan caso o rompemos todo.” Recordamos todavía al actor cómico Tincho Zabala que representaba al jubilado ferroviario que decía, “…y agarro el fierro y rompo todo!”. Indefrundichiyegue.

Sigue diciendo Octavio Carranza,

  • “¿A quién beneficia este régimen típicamente fascista? A la clase obrera, no, sino a los usufructuarios de los cinco mil doscientos treinta y cuatro millones de pesos anuales, fondos que, pertenecientes por su naturaleza al erario, son manejados a piacere por los sindicatos con personería gremial. No existe contraprestación a cargo de los burócratas sindicales por las montañas de dinero que mensualmente perciben; su función se limita a recibir los fondos que tampoco saben administrar por carecer de los conocimientos elementales, según lo demuestran las colosales quiebras y concursos de las entidades de obras sociales.”

  • “Pero los burócratas no tienen que preocuparse por tales pequeñeces, pues el Estado populista benefactor siempre subsidia a los entes de obras sociales que caen víctimas de la impericia, de los despilfarros o del latrocinio de los traviesos muchachos representantes de la “columna vertebral de la Nación.”


  • “Uno de los gremios más poderosos del país, la Unión Obrera Metalúrgica, entró en falencia y sin embargo su perenne y conocido jefe se las arregló para ahorrar individualmente muchos millones de pesos necesarios para darse el gusto de adquirir nada menos que uno de los palacios más bellos de la ciudad de Buenos Aires, el Palacio Duhau, ubicado en la exclusiva Avenida Alvear, sin que los jueces ni la policía, ni funcionario alguno advirtieran semejante rareza.”

O de lo inusual que resulta, de acuerdo a los tratados de economía, que un camionero que no trabaja, que no tiene sueldo, haya podido comprar una estancia de 600 hectáreas, con casco de un lujo napoleónico. Claro que los tratados de economía no contemplan que para hacerse millonario se puede prescindir de libros de texto, de profesores, y de la educación universitaria si se consigue llegar a la cúspide de la CGT, organización del trabajo argentina –curiosamente la única permitida.

  • “Los Barones de la República Sindical disfrutan de licencias perpetuas, gracias a lo cual no trabajan (mucho no lo hicieron nunca); si cometen acciones delictivas no han de soportar las consecuencias pertinentes pues tienen el paraguas del “fuero sindical,” como si fuesen diputados y senadores; entran en los despachos oficiales como Pedro por su casa; generalmente usan camperas para parecer obreros; evacuan consultas de los medios sobre temas económicos, sociológicos, políticos, diplomáticos y emiten opiniones de tipo académico como si supieran de qué se trata; se trasladan en automóviles con chofer y con guardaespaldas, quienes portan contundentes pistolas automáticas pro precaución; se adueñan de las calles cuando se les ocurre, y hasta puede vérseles blandir pancartas con retratos de Mao, ayer, hoy de Osama Bin Laden, en sus actos multitudinarios.”

Son las leyes votadas por legisladores fascistas, a instancias de los dueños de turno de los partidos políticos, también fascistas y populistas, lo que hace posible la existencia y mantenimiento de un sistema que en la práctica está más cerca del suicidio que del progreso de una nación. Las leyes laborales son suicidas y asesinas a la vez, porque en lugar de beneficiar a los trabajadores terminan perjudicándolos porque ahuyentan a las inversiones que serán fuentes de producción y, por supuesto, “fuentes de trabajo”. Lo malo es que las leyes laborales le han hecho creer a todo el mundo que tienen el derecho a meter la mano en esas fuentes de producción y sacar de allí lo que se les venga en gana. Esa es la esencia del populismo: “Ahora somos los dueños!” Dicen los políticos, a quienes hoy no se les cae de la boca la muletilla “mejorar la distribución de la riqueza”, que esas leyes so para “mejorar la condición de la masa obrera,” una falacia que no se sustenta en ninguna lógica ni en ninguna evidencia histórica.

El mejoramiento de las condiciones sociales de los obreros no se depende de las normas jurídicas, porque si así lo fuera, el legislador tendría el poder de crear riqueza por medios altruistas. Podría crear riqueza y condiciones paradisíacas mediante decretos “necesidad y urgencia”. Y la experiencia nos demuestra, con sólo dar una rápida ojeada al pasado, que eso no ha sido logrado jamás y que, por el contrario, cada ley promulgada vino a empeorar situaciones pasadas. Como decía el periodista americano H.L. Mencken, “Cuando las legislaturas están en sesión, peligran las fortunas, los bienes y las libertades de los ciudadanos,” y se achaca a Víctor Hugo dar el sabio consejo, “Abróchense, las cámaras están sesionando.” En una palabra, otro de los tumores cancerosos que sufre la Argentina es el de la “Tiranía Legislativa.” Cabe preguntar: ¿Aprenderá la gente a votar algún día?

Los abogados lo saben muy bien –dado que resultan ser los principales beneficiarios- que más que una legislación que regule de manera equitativa los derechos y las obligaciones de las partes, las leyes laborales imperantes en Argentina son una invitación al saqueo institucionalizado; un aliento y una fuente inagotable de pleitos. No puede desconocerse la influencia nefasta que tuvieron las leyes laborales en el descalabro económico, en la distorsión de la economía, en la corrupción desbocada y generalizada, y la desaparición de miles de industrias en la Argentina. Ya en la época de Alfonsín se habló de 40.000 industrias que habían cerrado sus puertas –la mayoría se trasladó a Brasil- dejando el tendal de desocupados que el Estado, como responsable primario, tendría que haberse hecho cargo –pero que no lo hizo porque estaba total y absolutamente quebrado. No podía recurrir, como es la costumbre inveterada, a la confiscación de dineros del sector privado mediante la elevación de los impuestos, porque el sector privado, o se había ausentado a Brasil, o también estaba tanto o más quebrado que el Estado. Sobre este tema Octavio Carranza, experto abogado con vastísima experiencia, lo describe con claridad meridiana:

  • “La ley de contrato de trabajo se caracteriza por el ordenamiento de ventajas sustanciales y formales a favor de una de las partes de la relación jurídica, en desmedro de la posición del empleador, y sin consideración alguna al deterioro de la economía y del orden social. Las principales víctimas de la despareja ecuación son las pequeñas empresas (la mayoría), pues para las grandes simplemente significan mayores costos.”
  • “El problema del desempleo ha sido encarado como controversia particular de naturaleza individual suscitada entre empleado y empleador, y no como perturbación de naturaleza industrial y social. De tal suerte la regulación legal del despido está centrada en la injuria, es decir, en la culpa de alguna de las partes del contrato, sin contemplación alguna de las fluctuaciones del mercado y de las necesidades del proceso tecnológico. Como consecuencia, el empleador queda constreñido a la búsqueda de culpas o pecados del empleado para justificar la resolución del contrato, cuando las verdaderas causas han de indagarse en las vicisitudes del mercado, en las necesidades tecnológicas, en la calidad de la fuerza de trabajo, en la organización y desarrollo de la empresa, etc.”

Por otro lado, la regulación de la totalidad o de cualesquiera derechos y obligaciones de las partes del contrato de trabajo, por medio de las convenciones colectivas supeditadas al arbitrio de comisiones paritarias con fuerza de ley para todos los empelados y empleadores del país, sin atender las diferencias existentes entre las distintas regiones ni las condiciones particulares de cada rama de la producción, configura una aberrante delegación de los poderes legislativo y ejecutivo. Desde este punto de vista, el sistema de nuestra ley responde a vetustos y perimidos preconceptos de corporativismo fascista, que fomentan la acción clasista y la lucha de los grupos de presión entre sí, con miras a la consolidación política del partido único o del Duce dotado de omnímodo poder.

El sindicalismo es, pues, consecuencia del aparente arribo al poder de las masas. Digo “aparente” porque quienes se adueñan del poder son siempre el minúsculo grupo de políticos que, actuando con las técnicas y usos de las mafias del crimen organizado, les hace creer al populacho que es él quien expresa su voluntad a través de sus “representantes” en el gobierno. Sabido es que una vez que el ciudadano ha dejado su voto en la urna no tiene manera de echarse atrás o modificar las políticas que se implementarán después y que siempre nada tienen que ver con las prometidas.

El sindicalismo es la consecuencia de la exaltación de la mediocridad y el denostar todo aquello que sea la excelencia, inspirado por el populismo de revancha. Es el concepto maniqueo de que el patrón es siempre el malvado y el empleado es el inocente explotado por la sed de lucro desmedido del empleador. Lo que hoy, y desde hace muchos años se ve es la constante sed de aumentos de sueldos de una masa de trabajadores que nunca podrán ver satisfechas sus ansias de mejoras permanentes mientras el populismo, los sindicatos y los políticos corruptos sigan manejando a una nación que, según todo el mundo merecía un mejor destino. Sólo que el populismo se le cruzó en el camino.

¿Pero, merecía la Argentina un destino mejor? ¿No es verdad que los pueblos tienen los gobiernos que se merecen? Entonces, ¿qué pecado cometieron nuestros abuelos y bisabuelos, en alguna parte del Siglo 20, para que todo se fuera al demonio? Quiénes fueron los que fueron abriendo de a poquito la puerta al populismo? ¿Quizá Alem, a fines del siglo 19? ¿Los radicales de las dos primeras décadas del sigo 20? ¿Cuál designio de los dioses del averno hizo que Irigoyen llegara al poder y desde entonces pareciera que todo comenzó a podrirse a partir de su penosa, imbécil y desastrosa ley de alquileres que tuvo el efecto de matar a la industria de la construcción durante 50 años? ¿Quién tuvo la idea de nombrar a Perón como agregado militar en Italia, para que se empapara en la nefasta ideología fascista de su amado Duce?

La historia es un río oscuro que tiene infinitos meandros y miles de afluentes, que corre por una topografía que cambia constantemente. Las sociedades de ayer nada tienen que ver con las actuales; la ciencia y la tecnología van cambiando la geografía de las sociedades de una manera que casi nadie parece percibir en su total magnitud. Pareciera que tan sólo los artistas, en especial los músicos, tienen la capacidad de percibir los cambios que las nuevas tecnologías van introduciendo. Ello explicaría, de acuerdo con Marshall McLuhan, las diferentes corrientes y estilos en la música popular. La introducción de cada nueva tecnología produce un cambio que causa una angustia en el ser humano que es afectado por ella. Según McLuhan cada tecnología es una extensión del ser humano, así la rueda es la extensión del pie, el teléfono la extensión del oído, el cine y la TV la extensión del ojo… Poca noción tiene el hombre del medio que lo rodea, porque como el pez, sólo cae en cuenta del medio en el que estaba cuando es sacados de él y transportado a uno nuevo y desconocido. Ahora lo llaman “estrés”.

Las sociedades que permanecen estáticas, inmóviles, sin desarrollos tecnológicos, son aquellas que vemos reflejadas en las páginas del Nacional Geographic Magazine, donde aún se vive en tribus, o en pequeños grupos aislados en las estepas rusas, o en las montañas de los Andes, los Cárpatos, Mongolia, o en las selvas o sabanas del África y del Amazonas, en los desiertos del medio oriente, Arabia, Irak, Jordania… Las fotos son maravillosas, pero la mayoría sentimos que no cambiaríamos nuestra manera de vivir por la de ellos.

Las sociedades arcaicas como esas son simples y se guían por leyes no escritas. Las tradiciones orales son las que rigen sus costumbres, y generalmente los castigos a los infractores a las costumbres son terribles y sin piedad alguna. Los talibanes son una pequeña muestra de hasta donde llegan leyes y costumbres en las sociedades estáticas. Tarde o temprano terminarán desapareciendo. La simplicidad de esas sociedades contrasta con la complejidad de las sociedades modernas, especialmente las occidentales.


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Cuando la revolución industrial de mediados del siglo 16 puso al alcance del hombre tecnologías que desconocía, como la caldera y el motor a vapor que proveía de fuerza motriz para fábricas y talleres metalúrgicos, que hizo posible los telares y fábricas de tapices que crearon enormes fuentes de trabajo; los avances en la metalurgia y en las técnicas del agro que produjeron mayor cantidad de alimentos; el petróleo y el motor de combustión interna hacia mediados del siglo 19, la electricidad, el cemento Pórtland, los avances en la medicina, Louis Pasteur, el descubrimiento de las vacunas, en fin, miles de pequeños adelantos que fueron sumándose para transformar a una sociedad de labriegos y vasallos que provenían de una época feudal, en ciudadanos que descubrían que el destino de la gente no era sólo sobrevivir mala y penosamente sino que hasta podrían tener tiempo para el esparcimiento y soñar con la felicidad. Todo ello transformó el medio en el que vivían y, como los peces, no comprendían el cambio producido. Extrañaban el medio que habían perdido, y les producía incertidumbre e inquietud el futuro que no alcanzaban a comprender. La angustia fue el resultado. Y los músicos la fueron reflejando cada vez que el medio cambiaba a causa de una nueva tecnología.

Los grandes músicos dejaron las gavotas y los minués y muchos cortesanos se escandalizaron con los valses vieneses. Eran pecaminosos. La música para bailar en las fiestas del emperador se convirtió en sinfonías y conciertos para “escuchar”. La música popular también sufrió una transformación y los trovadores y músicos ambulantes dejaron de tocar en ferias y caminos para comenzar a hacerlo en teatros. Nació el Jazz, y cada nuevo cambio en el medio provocado por otra tecnología creaba una nueva angustia en esa generación de músicos que la reflejaban en sus nuevos ritmos y sus nuevos estilos. Las guerras mundiales contribuyeron a acelerar el proceso porque aceleró dramáticamente a los avances tecnológicos destinados al esfuerzo de guerra, pero que después se aplicaron a la vida civil durante los períodos de paz.

Así se fueron sucediendo los blues, el dixieland y su variedad de ritmos como los rags, los stomps, y bailes de las elites urbanas como el Lambeth Walk, el Swing, el Fox-Trot, y los populares boggie-boogie, el feroz rock and roll, Bill Halley, Little Richard, los Beatles y su estilo único, el Bebop, el cool jazz, y finalmente el Heavy Metal, la droga, y la locura total. Los músicos populares dejaron de angustiarse, y la música popular se estancó en una música anodina, donde lo importante no es el sonido, la armonía, la melodía, sino la locura, el uso de drogas, y la extravagancia del conjunto lo que atraía a los clientes, jóvenes de la generación de la abundancia y el tiempo libre de sobra. El show business, reemplazó la angustia, aunque las tecnologías siguen cambiando y avanzando tan velozmente que ni siquiera los músicos y otros artistas alcanzan a comprender.

Pero esto nada tiene que ver con el populismo ni con la demagogia. Pero es divertido saberlo.

Lacra No. 1: El Populismo

El Dr. Octavio Carranza es un abogado cordobés, notable constitucionalista y experto en lidiar con las chicanas judiciales de sus colegas en los fueros laboral y comercial. Publicó en 2007 un libro titulado “Radiografía de los populismos argentinos” (Editores Liber Liberat, 2007) que es una visión descarnada de estos terrible problemas que son la demagogia, el populismo y el sindicalismo, y muchos de sus argumentos han inspirado a los míos para ampliarlos y añadir mi granito de arena.


Algunas frases sueltas nos pueden iniciar en el estudio del populismo y todas las lacras que se han originado a partir de su institucionalización e incorporación en la constitución Nacional a través de sus sucesivas y desafortunadas reformas. Sólo es menester recordar que la constitución es el único medio que disponen los ciudadanos para protegerse del abuso deshonesto de los gobernantes. La Constitución sirve para garantizar las libertades y derechos básicos y fundamentales de cada individuo, y por ende, de la sociedad toda. Cada vez que la Constitución fue reformada se recortaron importantes libertades y derechos de los ciudadanos, pero siempre en aras y con la excusa de un “bien mayor” para la sociedad en su conjunto. Mentiras, y de las muy burdas. Sólo se afianzaron los privilegios de políticos y de corporaciones que se fueron convirtiendo de a poco en verdaderas garrapatas o parásitos de la nación.

  • El populismo no aguanta ser fotografiado o radiografiado; no resiste pasar pruebas de sensatez o sentido común.

  • Las etapas románticas del colectivismo, como también en su nivel correspondiente, el ecologismo, se concebían océanos de limonada destinados a satisfacer la sed de las masas, al decir de Fourier.

  • En los fenómenos populistas encontramos una caprichosa y constante inclinación hacia la fábula, el mito, la fantasía, lo irracional, la superstición, formas oscuras del subconsciente, absolutamente opuestas al examen metódico y minucioso, a la reflexión, al deambular por planos racionales.

  • Dicen los necios que las comparaciones son odiosas -quizá porque uno de los comparados termina perdiendo en el camino, y a nadie le agrada perder. Pero si no comparamos no podremos jamás comprender la diferencia entre conceptos universales como el bien y el mal, para empezar, o entre conceptos más subjetivos como la belleza o el sabor y calidad de un vino añejo.

  • “Hasta el presente el Estado carece de medios para hacer desaparecer la escasez, pues el Estado no es creador de riqueza sino que, por el contrario, se alimenta exclusivamente de lo que produce el sector privado.”

Sólo han progresado y tomado la delantera entre las naciones aquellas que se han dedicado a facilitar la actuación de la fuerzas individuales que impulsan la creación de la riqueza mediante la transformación de los recursos naturales en productos de consumo, gracias al valor agregado de la mano de obra de cientos de miles o millones de habitantes de esos países. Recursos naturales abundantes, mano de obra educada y eficiente, máquinas herramientas, tecnologías de avanzada, y una población lo bastante grande son los términos de la fórmula para el desarrollo y el progreso de una nación, y por ende, del bienestar y seguridad de sus habitantes. Todos esos términos son de signo positivo, y sólo pueden ser anulados cuando a la fórmula se le añade la división por cero que es el populismo que muy rápidamente le abre la puerta a la demagogia, y a la corrupción.


El único medio conocido de eliminar la pobreza no es “redistribuir la riqueza” sino el de crearla primero –para luego ver cómo se “redistribuye”. Nunca hubo ningún gobierno populista que supiera cómo se hace para “redistribuir la riqueza.” Creyeron que había que hacerlo al estilo Robin Hood –sólo que las leyendas y los mitos no funcionan en la vida real. Fracasaron de manera escandalosa y muchas veces trágica. Hace muchos años se hizo el cálculo de lo que sucedería si en Estados Unidos se “redistribuyese” en partes iguales todo el capital de aquellos que poseían más de 100.000 dólares. A cada habitante de la nación le tocarían $135 dólares, algo que no mejoraría de manera definitiva la situación angustiosa de ningún mendigo, pero que descalabraría de modo definitivo la estructura económica de la nación.


Es una obviedad recordarlo, pero para satisfacer las necesidades de las personas es necesario que primero existan en el mercado, de manera efectiva y suficiente, los bienes de consumo demandados por la gente. Cuando no hay bienes o productos disponibles en la cantidad necesaria, hay escasez. Perogrullo no lo diría mejor. Primero hubo que producirlos, para luego ponerlos a disposición de la demanda de la población. También se reconoce que la producción de bienes y servicios no dependen solamente del trabajo humano, sino que es necesaria la existencia de una inversión de capital adecuada. Las inversiones en producción se dan allí donde existe seguridad jurídica para la propiedad privada y el libre desarrollo de las fuerzas del mercado. Hoy las inversiones privadas se radican de manera apabullante en Brasil y Chile, en desmedro de las posibilidades argentinas, y sólo porque la inseguridad jurídica es demasiado patente gracias a la subordinación vergonzosa del poder judicial a los designios políticos de los gobernantes de turno. ¿Y la constitución? Bien, gracias, es de chicle, y se estira, se acorta y se moldea a gusto y piacere del mandamás mayor.


Es ingenua y anacrónica la creencia de los políticos populistas de que el bienestar general depende de la buena voluntad o de la generosidad de los gobiernos. Los populistas y demagogos consideran al Estado Paternalista proveedor ad eternum de la felicidad del Pueblo, simpleza rayana en la imbecilidad que, junto a la creencia de que los gobiernos pueden crear la felicidad y el bienestar de los ciudadanos mediante leyes y decretos, demuestra que no se han aprendido ninguna de las lecciones que han quedado registradas en la historia del mundo. Desde el Código de Hammurabi hasta nuestros días, ningún gobierno, mediante sus decretos e intervenciones en el mercado han logrado contener alguna inflación –que no haya reventado a los pocos años de manera catastrófica.


Se ha hablado mucho de la paradoja del populismo, que en su intención manifiesta y declamada de ayudar a los pobres, en realidad los multiplica a través de sucesivas crisis –que siempre son culpadas a agentes externos, a los especuladores, al FMI, y otros chivos expiatorios similares- causando la contracción de la economía por el acoso que se le hace al capital, y a la fuga de ese capital hacia aires más puros, que el constante abuso de los impuestos excesivos se hace para “redistribuir la riqueza” y mantener precios y tarifas deprimidos para “beneficio del pueblo”. No es el capitalismo el responsable de la pobreza. Si lo fuese, todos los habitantes del país más rico del mundo, EEUU, serían pobres! O los de la mayoría de los países europeos, de Japón, Corea del Sur, Canadá, Australia… Es la ausencia del riguroso ordenamiento del capitalismo lo que provoca la pobreza, y ello se ve en que en el tercer mundo hay escaso capital por habitante. Hay muy escaso ingreso per cápita anual, muy bajo PBI producido por una población que crece más rápidamente de lo que aumenta el capital, y un desempleo crónico.


La llamada “Generación del 80,” la de aquellos visionarios y geniales hombres de fines del siglo 19, fue la que recibió una Argentina bañada en sangre de guerras civiles, con una economía destruida, sin industrias y con una población heterogénea y casi sumida en la anarquía. ¡Hablen de “herencia recibida”! Sin embargo, en poco más de 30 años habían esos hombres públicos colocado a la Argentina en un primerísimo plano en el concierto de las naciones del mundo, y ya hacia 1920 ocupada el 5º lugar entre ellas. Nos preguntamos entonces, ¿qué sucedió? ¿Qué salió mal? ¿Por qué estamos hoy en el medio del ranking de naciones, en un puesto que varía del 39 al 74, dependiendo de la última y oportuna crisis?


La respuesta es una sola: Argentina enfermó de la peor y más mortal dolencia; contrajo el letal cáncer del populismo, y todos sus gobiernos han pretendido apagar los sucesivos incendios causado por él con baldes de gasolina, clamando a las masas que ellos tienen la fórmula mágica que les llevará a la felicidad, a la tierra de leche y miel, de tiernos asados de tira y abundantes “planes trabajar.” Hay un solo problema: para pagar ‘su libra de carne’ tienen que agachar la cabeza, doblar el lomo, y callar la boca mientras sus benefactores en la Casa Robada se ingenian para inventar excusas para explicar “por qué no funcionó”, “por qué no se pudo cumplir”, pero que si son reelegidos “ahora sí, sígannos que no los defraudaremos,” o “redistribuiremos la riqueza a manchancha,” y castigaremos a los genocidas, y algunas otras sandeces de calibres similares.


Desde 1946, la Argentina se erigió a nivel mundial en la Campeona de las llamadas “conquistas y reivindicaciones sociales” para ayudar a los pobres. Revisando la historia vemos el fracaso de todos y cada uno de los gobiernos desde entonces, porque las famosas “conquistas sociales” lo único que produjeron fue un aumento de los pobres y el progresivo deterioro de sus condiciones de vida. Un ejemplo clarísimo de esto es la condición en que se encuentran las poblaciones aborígenes del Chaco y Formosa –aunque el resto de los aborígenes no están mucho mejor- cuyas condiciones de vida son peores que las de sus ancestros en la época de la Colonia.


Los indígenas de América vivían antiguamente en el Paraíso, aunque su expectativa de vida no superaba los 30 años. Las organizaciones ecologistas y muchos antropólogos de la Teología de la Liberación nos aseguran que la salvación del mundo y la supervivencia de la humanidad dependen de que disminuyamos nuestros estilos y condiciones de vida y adoptemos las del “noble salvaje” de Rousseau. Volver a las fuentes, vivir en íntimo contacto y armonía con la naturaleza, nada de productos sintéticos, fuera la tecnología, sólo medicina holística, hierbas y shamanes soplando humo sobre los tumores; agricultura amable con la Madre Tierra, nada de tractores, pesticidas, glifosato y soja, electricidad; nada de combustibles que emiten gases que calientan al planeta. Se supone –ellos lo suponen y así lo afirman- que eso es vivir bien. Y quieren promulgar leyes que obliguen a todo el mundo a vivir de esa manera, en íntima comunión con la Pachamama.


Bien, así, exactamente así es como los wichis, los tobas, matacos y demás aborígenes del Chaco y Formosa están viviendo: sin medicinas, sin tractores ni pesticidas, sin los alimentos necesarios, tejiendo a mano sus ropas, pescando sus peces a veces portadores del cólera, bebiendo aguas de ríos infestados por amebas histolíticas, caminando por terrenos plagados de parásitos espantosos productores de la esquistosomiasis, o del Chagas. Los políticos quieren dictar leyes “especiales” para los aborígenes, como si las contenidas en la Constitución Nacional no fuesen suficientes para garantizar a todos los habitantes de la nación sus derechos a una vida digna, al alimento necesario, a la educación, a la salud, a la vivienda, y a iguales oportunidades dentro de la sociedad argentina. Sólo que los políticos profesionales siempre se han desentendido de sus “protegidos” y se han robado el dinero del erario público sin el menor asomo de vergüenza ni arrepentimiento. Son los políticos populistas, aquellos que necesitan que la pobreza nunca se extinga porque sería el final de sus carreras. No tendrían la excusa de solicitar fondos y presupuestos para la emergencia económica de sus provincias, para lanzar planes y “programas de ayuda solidaria” –y luego embolsarse lo obtenido sin el menor cargo de conciencia –porque cabe preguntarse si esos políticos y funcionarios alguna vez tuvieron una.


Es que en el lenguaje de todos los partidos populistas abundan las ideas de “distribución de la riqueza”, pero para ello deben recurrir primero a las confiscaciones de la misma porque fueron incapaces de generarla ellos mismos, a través de sus inútiles “planes quinquenales”, o de otros proyectos faraónicos e ilusorios como “polos informáticos”, “parques industriales”, traslado de capitales, trenes bala, cohetes a Tokio, y otros desvaríos. Abundan los subsidios, como también los pedidos al exterior de préstamos para financiar el déficit (que ellos mismos crearon con sus políticas de ineptos y ladrones), vemos el crecimiento constante del gasto público –sólo otorgando contratos a los amigos que proveerán del consabido “retorno”, antes llamado “coima”. Se ceban en el control estatal de las variables del mercado, como si alguna vez hubiesen surtido efecto. Recordamos aún las palabras del Secretario de Comercio Interior de Alfonsín, Ricardo Campero (era su yerno) diciendo ante los micrófonos, después del fracaso de sus medidas para controlar la suba de precios de la canasta familiar en 1989, “Esta semana los precios han tenido un comportamiento fascista”. (!) O recordar al Sr. Moreno, su INDEK, su revólver sobre la mesa y sus amenazas a industriales, comerciantes y gente del campo. Muy partidocrático, por supuesto.

Hemos visto toda clase de disparates en el manejo de la administración pública nacional, controles de cambio, tablitas de ajuste hipotecarias, festivales de bonos de todos los colores, déficit cuasi-fiscales, precios máximos y por supuesto, las famosas y anticonstitucionales “retenciones a la producción del agro.” Dislates sin pausa y sin fin. Un observador internacional dijo que gracias a Dios la Argentina se recupera durante la noche –horas en que los políticos no están “trabajando”. Pero no son los políticos los únicos responsables del descalabro y del cáncer terminal de la Argentina. El sindicalismo es quizás el verdadero y más efectivo salvavidas de plomo que debemos tratar de eliminar lo más rápidamente posible.

julio 28, 2008

La República Moribunda

Por Eduardo FerreyraJulio 6, 2008

Los argentinos estamos contemplando azorados la agonía de una república y su transformación en un sistema de corrupción e irracionalidad que parecen no tener límites. En un nuevo imperio donde la característica más notable parece ser una hipocresía abyecta y desvergonzada, practicada por casi todos los que participan en política y son adictos a la droga del populismo desenfrenado.Se han usado diversos términos para definir el tipo de gobierno que existe en Argentina, que vie-nen a reemplazar a los antiguos “aristocracia”, “oligarquía,” democracia”, “plutocracia”, con otros como “Caquistocracia” –el gobierno de los peores; “Cleptocracia” –el de los ladrones; “Partidocracia,” –el gobierno de un partido político que desecha el pluralismo de opiniones y opera “en beneficio del Partido y sus dueños temporales”.

La representatividad democrática es nula, por cierto, y ella se reduce a representar de manera cabal filosofías totalitarias, generalmente de origen marxista-fascistas, en un estado de cosas donde el comunismo y el nazismo se unen para dar forma a un cáncer letal para la Democracia: el populismo.La Democracia casi no tiene, por desgracia, las armas necesarias para defenderse de este ataque al que se le viene sometiendo desde hace muchas decenas de años. Siempre se la invoca para justificar situaciones que son notoriamente antidemocráticas, o proyectos de “redistribución de la riqueza” que consiste en verdaderas exacciones ilegales, confiscaciones y saqueos cometidos contra el gran sector productivo del país.

Hay una idea errada sobre qué es la "democracia” que hizo que todo el mundo crea que es fuente de infinita bonanza y solución para todos los problemas sociales y económicos de una nación. Lo sería si se cumpliesen algunas premisas fundamentales, entre las que se cuentan, a modo de ejemplo y sin que se agote el inventario: que el pueblo sea lo suficientemente instruido y educado en cómo realmente funciona el mundo, cómo se conforman las sociedades, qué es lo que la hace “latir”, cuáles son los peligros que la acechan, quiénes son los que distorsionan conceptos e ideas políticas en beneficio propio o de sus corporaciones.

Cuando estas premisas se cumplen, el pueblo está en menor peligro de ser seducido –engañado vilmente- por personajes carismáticos que les prometen el Paraíso de la Tierra de Leche y Miel, y la felicidad eterna. Por supuesto, nos damos cuenta de que es una utopía.En su libro El Colapso de la Democracia (Ed. Atlántida, 1976), Robert Moss define a la democracia como una 'rara avis' que frecuentemente resulta antidemocrática. Cuando la gente habla de 'democracia' a menudo confunde dos conceptos diferentes.

La democracia es un mecanismo para designar y reemplazar gobiernos a través de la decisión de una mayoría: nada más que un mecanismo. El sistema no contempla la posibilidad cierta que esa mayoría esté profundamente errada y sus decisiones tengan un carácter casi suicida como se ha comprobado a lo largo de la historia, donde decisiones democráticas han llevado a desastres universales. Adolfo Hitler llegó al poder en una elección 'democrática' con un abrumador porcentaje de votantes superior al 80%. Ello fue la prueba de que el sistema de las mayorías no contempla la posibilidad de que puedan estar totalmente equivocadas, o que haya sido víctimas de engaños perversos. No contempla tampoco el hecho que los sabios e instruidos son minoría y los ignorantes, los crédulos e ingenuos y los brutos son mayoría. Sin embargo, los sabios y los preparados están obligados, por el fuerza bruta del simple peso aritmético, a aceptar las imposiciones de los ineptos para usar su cerebro racionalmente, todo en nombre de la “democracia.”

El mecanismo de la elección de gobernantes ha sido explotado por notorios dictadores como Hitler, Stroessner, Salvador Allende, Domingo Perón, y Hugo Chávez, (para no aburrir con una lista kilométrica, y no mencionar a todos los politicastros que se han eternizado en el poder en África, China Popular, Corea del Norte, o Cuba). Esos políticos siempre han transformado al proceso eleccionario en subastas donde sobornan a los electores para que estos les confieran el mandato y el camino al poder –que más tarde convertirán en omnímodo. En tiranías abyectas.

Pero lo que la gente piensa que es la 'democracia', o se refiere a alguna institución calificándola de 'democrática', se refiere en realidad a otra cosa totalmente diferente: cree que la democracia es un tipo de organización social donde la libertad individual y la propiedad privada tienen un gran valor y en la cual los gobernantes respetan la voluntad del pueblo. Ello hace que debamos considerar dos cosas diametralmente opuestas: un determinado conjunto de instituciones políticas que luce el título de 'democracia' pero que, en la práctica se confunde con la 'Partidocracia', el gobierno del partido, por el partido y para el partido con prescindencia del interés general de la población.

El otro concepto es el sistema donde se respetan y se garantizan a rajatabla la libertad, la seguridad del individuo y la familia, y la propiedad privada de toda la población.

Los pensadores desde Platón hasta Ortega y Gasset y George Orwell han sospechado que este tan ansiado proceso democrático termina fatal e inevitablemente en la demagogia y la lucha de clases, para ser finalmente reemplazada por a instauración de una dictadura feroz. Esto se debe a que la partidocracia, un vez que reemplaza a la democracia, fomenta la mediocridad en lugar de promover la excelencia. En lugar de promover la formación de nuevos estadistas y dirigentes sensatos que impidan que los países caigan en el abismo del populismo, fomentan a este último y lo convierten en su arma más poderosa para eternizarse en el poder. En un Reich de 1000 años.

Un escéptico y sabio pensador diría que el hombre es el único animal que pretende elegir a sus gobernantes a través del sufragio universal, donde el electorado, como en el famoso cambalache “…y herida por un sable sin remache, ve llorar la Biblia junto a un calefón.” Donde, como lo des-cribe el tango con claridad profética, “…da lo mismo que sea cura, colchonero, rey de bastos”, o da lo mismo que sea Fleming, Einstein o Pasteur, que Adolfo Hitler, Stalin, Juan Perón, Fidel Castro, o el Ché Guevara. Nada es mejor, todo es igual. Y como decía Paul Verlaine, “Caminamos, ciegos y malditos, bien al borde del precipicio…”

Hay demasiados políticos del montón, inútiles e incapaces de jugarse por una convicción que sería 'impopular'. Siempre están flotando a la deriva de la corriente del momento y de lo que ellos creen que es la opinión pública –que no es otra cosa que lo que la prensa publica y cataloga de 'opinión pública', siguiendo como los políticos el vaivén y las fluctuaciones de opiniones escuchadas de sus amigos en el café, o de los 'opinators' de la televisión. Les guste o no, se hayan dado cuenta de ello o nunca lo hayan imaginado, los argentinos son casi en su totalidad 'demagogos' de alma. Luego de varias generaciones de vivir bajo demagogias, el patrón genético parece haberse alterado y la demagogia impregna el ser nacional.

Por cierto, este tipo de políticos es el que permite el ascenso al escenario del peor elemento de la sociedad, usando las palabras de Robert Moss, que nos retrata con claridad al gobierno del ex presidente Kirchner y al de su muñeco Chirolita actual:
“…ese producto supremo y corruptor por excelencia del sistema democrático: el demagogo. Los argentinos, por cierto, han tenido más experiencia que la que cualquiera hubiese deseado tener en cuanto al significado de la palabra 'demagogo'.““El demagogo llega al poder sobornando al electorado. Promete riquezas fáciles para todos a través de la confiscación de la riqueza privada.”

¿No suena esto muy conocido en estos días de la “redistribución de la riqueza” mediante la confiscación de los productos del agro?),
“Promete terminar con el desempleo mediante la expansión de la burocracia y la máquina impresora de moneda. Nutre su fuerza de la envidia. Desencadena un ponzoñoso odio de clases subrayando las diferencias en riqueza y educación que son inevitables en toda sociedad móvil, es decir, en toda sociedad donde existe lo que suele llamar movilidad social.

Ofrece mitos y no verdades políticas. Busca escapar a la responsabilidad del desastre económico que su programa causa atacando a chivos emisarios. Los chivos emisarios de nuestra época son, naturalmente, los 'especuladores', las multinacionales, la CIA, y los Estados Unidos.”

“El demagogo invita a la gente a preguntar no lo que ellos puedan hacer por el país sino lo que el país puede hacer por ellos. Compra votos prometiendo que el Estado proveerá a todos con un nivel de vida a que cada cual se sienta con derecho, al margen de todo esfuerzo. Si tiene éxito establecerá una tiranía antes de que el mito se derribe y de que el pueblo se de cuenta de adónde realmente se lo está llevando.”

No he podido encontrar definición más precisa de lo que realmente sucede hoy en la Argentina después de cuatro largos y penosos años de la
demagogia in crescendo de Néstor Kirchner, y siete meses del descalabro institucional del gobierno de su Chirolita Kristina, de los cuales más de tres meses el país estuvo prácticamente inmovilizado por el paro agropecuario, y los viajes de la presidente al exterior aprovechados para la renovación de su vestuario, zapatería y aditamentos de Hermes, Louis Vuitton, o Bvlgari. Ha sido un período donde ha reinado la hipocresía bajo todas las formas concebibles, donde el tono falsamente angustiado de los discursos -patéticamente de barricada- pretendía imitar las arengas de la compañera del otro Gran Demagogo que hemos sufrido los argentinos.

Pero la diferencia es abismal; la primera tenía fluidez en sus discursos, y coherencia le sobraba; la K echa sus parrafadas de manera entrecortada, con detenciones entre frases inconclusas, con grandes y nutridos silencios que demuestran una pobre convicción, o que no se ha memorizado bien al guión. "Porque... [silencio] ...las retenciones se inscriben ... [silencio, mientras trata de enderezar los dos micrófonos] ...en el proyecto de este gobierno de... [silencio] ...promover la redistribución de la riqueza ... [silencio, los micrófonos siguen torcidos] ...y les pido,... [silencio] ...argentinos y argentinas... [silencio, los micrófonos, por Dios!] ...me sigan en este proyecto. [clic - zapping a otro canal del cable -toda paciencia tiene su límite].

El espectáculo era grotesco y evidentemente gozado y aplaudido por la claque del choripán y la Coca. No es un misterio que el apagón masivo de televisores hiciera que el ráting de la TV cayera a cero durante la emisión en cadena de las arengas presidenciales.

Pero es mejor seguir con el análisis de esta enfermedad incurable que hoy tiene postrada a la Argentina en su lecho de muerte. Hace 60 años comenzaba como el populismo facho-peronista, y hoy se prolonga en el tiempo como el populismo 'trotsko-castri-peronista', impulsado por uno de los demagogos más nefastos de la historia de nuestra castigada y asolada patria.

“El gran Ortega y Gasset hizo la advertencia que la democracia de masas terminaría produciendo al 'hombre masa', un animal parásito lleno de miedo y de desprecio hacia todo lo que sea excepcional, y así aquellos que 'que no se exigen nada especial' –dicho con las palabras de Ortega, 'triunfarán por mera aritmética sobre los que se existen mucho' y pueden incluso castigarlos por sus esfuerzos.

¿No ha resultado esto absolutamente claro en el deseo de castigar a los productores del agro por sus “excesivas ganancias”, castigarlos por su arduo trabajo de sol a sol, por su esfuerzo para elevar sus condiciones de vida y la de sus descendientes? No se refleja el instinto populista en convertir al campo en el chivo emisario culpable de la inflación, el desabastecimiento, la suba incontrolable de precios que un INDEK sumiso y obsecuente no puede disimular? Echarle la culpa a los especuladores por que la 'chequera presidencial' se está quedando sin fondos para continuar con los subsidios a diestra y siniestra, o la compra de voluntades de gobernadores y otro tipo de políticos tipo Borocotó. El paisaje político argentino es desolador.
“Habrá una correspondiente pérdida de respeto por las habilidades especiales y por cualquier forma de excelencia. Aquel grito de “Somos los dueños ahora” dará como resultado la exaltación de todo lo que es vulgar. […] La tragedia de la mayoría de las sociedades occidentales del mundo moderno es que carecen de concordia, en el amplio sentido moral y espiritual. El fundamento de cualquier ordenamiento político, insiste Ortega, debe ser el consenso –la concordia- acerca de quién debe mandar. […] Cómo ya vimos, la democracia no responde a la pregunta de Ortega. Responde a otra pregunta: “¿quién debe elegir a los gobernantes?”. No dice que quienes sean elegidos deban ser forzosamente los mejores, ni que deban gobernar de acuerdo con la ley y las tradiciones, ni que deben conservar los fundamentos de una sociedad cristiana; ni siquiera dice que una vez elegidos deben dedicarse a garantizar la auténtica representación del pueblo que los ha elegido.”

Termina Robert Moss su prólogo para argentinos diciendo que es evidente que cada país debe buscar su propia solución y su propia salida al problema de la demagogia y la tentación populista. Si la Argentina desea apartarse del ciclo de desgobiernos de demagógicos, intervenciones militares y gobiernos partidocráticos incompetentes, que han obstaculizado, frenado y casi detenido su desarrollo y progreso desde 1945 -y que le han impedido materializar su tremendo potencial de gran nación- deberá hacerlo a través de un modelo de gobierno creado por argentinos para argentinos –pero para TODOS los argentinos, y no para una minúsculo grupo que se haya adueñado de un partido político.Sobre todo, la solución debe comenzar por un arduo trabajo en el terreno de la educación pública, a restaurar la excelencia en la educación como la imaginó Sarmiento y que sirvió en su momento para poner a la Argentina entre las cinco naciones más ricas del mundo.

Cuando los niños y la juventud hayan sido instruidos y educados en los valores tradicionales del sentido del Honor, la Honestidad, en el horror a la Mentira y al robo de los bienes públicos, se podrá comenzar a trabajar en el desmantelamiento de la estructura de pensamiento que hace posible al populismo y a sus hijos bastardos, la demagogia, el sindicalismo, y la corrupción. Se trata de recuperar el sentido del concepto de Honor y Honestidad. Que la gente vuelva sentir vergüenza de robar, estafar, lucrar con prebendas otorgadas por amigos en el gobierno; que condene al ostracismo y al olvido a los amigos y conocidos que han estafado, robado y lucrado a mansalva con la cosa pública.Que el hacerse asquerosamente rico durante una gestión pública merece la condena a cadena perpetua –o al paredón, para no gastar recursos que serían más útiles en otras áreas.

Que la gente vuelva a considerar que evadir impuestos es inmoral; que lo popular debería permanecer recluido en el terreno deportivo, y desconfiar hasta la muerte de los políticos carismáticos y sonrientes. Nos han traicionado tantas veces que no comprendo cómo hay alguien que todavía les cree cuando rezan el Padrenuestro.Pero para saber cómo combatir todas esas lacras es necesario saber distinguirlas y saber dónde hacen su nido y cuáles son los mitos y falsas creencias que le dieron nacimiento y los mantienen con vida. Mañana, o quizá pasado, la seguimos. Veremos a La Lacra No. 1: El Populismo.

mayo 29, 2008

El Chancho Argentino

El Chancho Argentino: una especie que no está en peligro de extinción

En un mundo donde la Lista Roja de especies en peligro de extinción que publica la IUCN crece a ritmo exageradamente acelerado, el chancho argentino no tiene miras de ingresar en ella sino que parece aumentar cada día más. Sin embargo, más que una especie que haya que conservar sería necesario extinguirla lo más rápidamente posible

La especie tiene un aspecto –valga la redundancia- rechoncho, emite sonidos en una voz aflautada con tonos casi feminoides, y se caracteriza por un fuerte instinto gregario y de sumisión, que le hace seguir ciegamente al macho alfa de la piara, sin pensar demasiado hacia donde el Chancho Mayor les conduce. Este instinto semejante al de los lemmings de Noruega, quizás sea como una espada de Damocles en su futura existencia y que podría llevarlos a la extinción.

Se la conoce con el nombre científico de Deliiae picketeriensis. La mayoría de los argentinos la consideran una plaga que debe ser exterminada. Los científicos que la han estudiado creen que un proto ejemplar nació hacia 1946, poco después de la Segunda Guerra Mundial, y era alimentado en un principio por funcionarios del estado designados para aumentar la especie. Son animalitos voraces y su feroz apetito les hace fácil presa de los cazadores que emplean la siguiente técnica, que de manera curiosa tiene una notable similitud con ancestrales prácticas políticas en la Argentina y regiones del subcontinente sudamericano.

Se busca un monte inculto y sin trabajar. Esto es requisito sine qua non. Áreas donde se nota trabajo esta especie no florece. En ese ámbito proliferan los chanchos argentinos. Los cazadores buscan un lugar apropiado, libre de matorrales o interferencias y llevan abundantes bolsones llenos de maíz que tiran abundantemente en el suelo. Cuando los chanchos lo descubren acuden todos los días a comerlo hasta hartarse. Sólo hay que reponer diariamente la ración para mantener la clientela de chanchos acudiendo al “comedero”.

Una vez que los chanchos se han acostumbrado a la presencia constante del maíz y de quienes lo proveen, se construye una cerca en uno de los costados del área y se les aumenta ligeramente la ración. Los chanchos desconfían durante pocos días pero siempre terminan volviendo al comedero. De inmediato se construye una segunda cerca en ángulo recto a la anterior y se mantiene la provisión de comida para aplacar la desconfianza. De tal manera se coloca una tercera y una cuarta cerca, dejando una abertura por donde la piara puede entrar a recibir su ración diaria de bolsones de maíz.

La abertura debe tener el ancho exacto para instalar una tranquera, que una vez instalada debe permanecer abierta por algunos días. Para entonces los chanchos se han acostumbrados al maíz fácil, le han perdido el miedo a los cercos y entran y salen con toda naturalidad. Una mañana se llega al corral y se encuentra que toda la piara está llenándose la panza con todo el maíz gratis y no presta atención a los movimientos extraños de quienes les dan de comer. Ese momento es aprovechado por los cazadores para cerrar la tranquera y dejar a la piara encerrada y sin posibilidad de escape.

Los chanchos reaccionan corriendo en círculos espantados, como locos, pero su escasa inteligencia no les permite ver que ya no tienen remedio y que han sido atrapados sin remedio. La inquietud pasa pronto y retornan a una comida fácil que ya han olvidado de procurarse por ellos mismos y aceptan la esclavitud. Han cambiado su libertad en el monte por un destino de maíz fácil y un frigorífico al final del callejón.

Esta curiosa práctica y costumbre de los chanchos argentinos y sus cazadores tiene un paralelismo sorprendente con las políticas que se han venido practicando en argentina, casi sin variantes, desde 1926 en adelante. Nos preguntamos cuántos argentinos han caído en cuenta de que los políticos demagógicos que han estado de manera permanente en el gobierno se comportan como los cazadores de chanchos argentinos. Les tiran a los pobre y a los incultos –víctimas fáciles de todo político- con el maíz gratis disfrazado de programas de ayuda, máquinas de coser, pelotas de fútbol, bicicletas, bolsones, planes trabajar, jefe y jefa de familia, empleos en la administración pública, sueldos para ñoquis, subsidios para cualquier cosa que mantenga viva la ilusión de ayuda desinteresada, leyes proteccionistas, sobornos electorales, viajes en micros, choripanes y tetrabrik a destajo.



Todo a costa de pequeños recortes que se fueron haciendo (como las cuatro cercas de los cazadores de chanchos), de pequeñas libertades, recortes que cuando se suman resultan cercanos al 100%. Primero fueron el 27%, luego el 35%, más tarde el 44% con proyección al 95%. De acuerdo con el macho alfa de la piara de Deliia picketeriensis, esos recortes deberán ser extendidos a todos los rubros de la economía. Están a punto de cerrar la tranquera. Están listos y preparados para el Asalto Final sobre la Riqueza Argentina.

¿Cómo es posible que la gente crea estar viviendo en un paraíso, mientras los cazadores lo están tratando de convertir en un infierno con un callejón que conduce al matadero y al frigorífico? ¿Cómo puede la gente creer que se logre construir una Conciencia Cívica, una Moral Ciudadana, una Nación Próspera, con legiones de políticos que forman ejércitos de Borocotós?


Ni siquiera Dios nos protegerá si permitimos que nos cierren la tranquera...

marzo 27, 2008

Esa Vieja Soberbia K

La Soberbia es ciega y sorda –aunque por desgracia no es muda también- como pudo comprobarse durante el lamentado discurso de la Presidente Cristina Kirchner. A nadie debería extrañarle el tono y el contenido del discurso que pretendió mostrar a la gente del campo como a los “malos de la película”, y al bonachón y paternalista gobierno como el responsable de una supuesta prosperidad argentina.

La presidente sabe que su causa está perdida. Su nerviosismo y falta de seguridad fue evidente en el repetido ademán de ajustar la posición de los dos micrófonos. Quizás le falló la medicación de su trastorno bipolar. Estoy seguro de que hubiese deseado estar en cualquier otra parte y no tener que dar cuenta al pueblo del error cometido. Un discurso pleno de falacias, suposiciones, dando como hechos imaginaciones de sus asesores, lanzando datos y estadísticas que tienen la misma fuente que las cuentas y estadísticas del INDEK. ¿Credibilidad? Nula. Un discurso agresivo, un insulto a la inteligencia del pueblo argentino. Una repetición del mismo estilo que ha sido la norma desde 2003.

Un absurdo argumento usado primero por la presidente y luego repetido por su ministro de cartón pintado –el mismo adolescente del peinado “afro”- que gracias a las retenciones los productos del campo tienen “precio accesible a la población, porque sino, a la carne la verían sólo en la televisión,” se ve desmentido por los hechos de la vida real: si las retenciones no existiesen, los costos de las retenciones no serían transferidos a los consumidores y la carne costaría un 30% menos; el gasoil no necesitaría ser subsidiado porque el campo ganaría lo suficiente para pagarlo sin necesidad de subsidios.

Pero se pierde de vista el hecho que la retención a las exportaciones (un absurdo en un mundo donde las exportaciones se subsidian!) se practica sobre el bruto de la exportación. El gobierno, sin haber invertido un centavo en la siembra y la cosecha, sin haber corrido riesgo alguno, quiere cobrar ahora el 44,1% del valor exportado de la soja. Con el 55,9% restante el productor deberá afrontar los costos de la actividad. Sueldos y jornales, combustibles, amortización de la maquinaria, inversión en reemplazo de equipos y adquisición de tecnología nueva, compra de semilla, insumos, inoculantes, fungicidas, pesticidas, fertilizantes, mantenimiento y mejoras de alambrados, pagos del arrendamiento, energía eléctrica –y luego los impuestos municipales, provinciales, ganancias, IVA, ingresos brutos, impuesto al cheque, y devolución de los préstamos del banco con los usurarios intereses de norma. Y con lo que le queda deberá pagar el supermercado, el colegio de los hijos, y la cuota del auto.

Considerando el capital que se tiene invertido en campo o arrendamiento, equipos y maquinarias, y costos financieros, si el productor obtiene un rédito anual del 5% puede darse por satisfecho. Mejor negocio es el tráfico de drogas o las valijas del petulante matón de Chávez – o los retornos por licitaciones en la obra pública.

También se ha perdido de vista que las retenciones son INCONSTITUCIONALES, pero no hubo ningún diputado o senador que haya reclamado por ello. En nuestra constitución está claramente establecido que el poder ejecutivo tiene la facultad de proponer un tributo, pero que es facultad y privilegio exclusivo del Congreso de la Nación aprobar y promulgar las leyes impositivas. En Argentina se viene soslayando esta exigencia constitucional desde hace décadas mediante circulares del Banco Central, o del Ministerio de Economía, o Decretos de Necesidad y Urgencia del Poder Ejecutivo. El carácter republicano de la constitución es burlado de manera constante y sistemática.

También estableció la Constitución que deja de existir para siempre la figura de la “confiscación” de bienes de la población por parte del gobierno –y que el impuesto máximo aplicable sólo puede ser del 33%. De acuerdo con ello, el 50% del impuesto sobre los automóviles, el exorbitante impuesto sobre los cigarrillos, las retenciones a la producción agropecuaria, granos y carnes son INCONSTITUCIONALES. ¿Alguien que conozca la manera de hacer una presentación judicial presentará un recurso de anticonstitucionalidad contra todas estas exacciones ilegales que tienen el carácter de CONFISCACIÓN, expresamente prohibido por la constitución Nacional?

En verdad, confiscacion es apenas un eufemismo. La palabra correcta es ROBO DESCARADO.

Luego ha sido notable ver la hipocresía y el cinismo de diversos funcionarios, ministros, y jefes de gabinete en declaraciones sobre que harán caer el peso de la justicia sobre quienes realicen cortes de ruta –pero olvidan, o quieren que olvidemos, que fueron ellos quienes impusieron el piqueterismo y el corte de ruta en la cultura ciudadana argentina. Que han permitido, por ejemplo, y además alentado, el corte de ruta por más de dos años continuos, de las rutas y puentes que comunican con Uruguay. Esto significa que el corte de ruta es legal cuando lo impulsa la política oficial y sirve para sus planes de acumulación de poder demagógico –pero es ilegal cuando lo practica el 90% de la población argentina en defensa de la dignidad de los productores del campo.

Pero, ¿para qué han servido las retenciones hasta hoy? No han sido coparticipadas por las provincias de donde han sido confiscadas. No han vuelto al interior del país para ayudar a aliviar la pobreza y las infrahumanas condiciones de vida de los aborígenes de Salta, Chaco y Formosa; o el prolongado subdesarrollo de Catamarca, La Rioja, Santiago del Estero, Jujuy y Misiones. Tampoco se ha devuelto al pueblo en mejorar las condiciones de hospitales en regiones alejadas de la Capital Federal, o en darles mejores sueldos a maestros, médicos, profesores universitarios e investigadores científicos.

Las retenciones pasaron a formar parte del barril sin fondo manejado de manera arbitraria –sin control del Congreso- por el Ministro de Gabinete, y usado sin tapujos para comprar voluntades y adhesiones a un plan de consolidación del Poder Total y Absoluto –que hoy se está ya demostrando émulo del Tercer Reich, enviando a sus camisas pardas, los SA, o Sturm Abteilung de Ernest Rohm, alias Luis D’Elía, a golpear manifestantes a la Plaza de Mayo, con la excusa de “defender a la presidenta del golpe de estado” impulsado obviamente por pacíficos ciudadanos con cacerolas, mujeres, niños y ancianos.

La Vieja Soberbia K, la misma que estuvo confrontando salvajemente con todos quienes no pensaban de la misma forma que Gran Padrino de la Cosa Nostra Santacruceña y sus seguidores. Porque es sorda, no permite la Soberbia K escuchar las críticas o los reclamos justificados del pueblo. Porque es ciega, no permite ver que las cosas no son como dicen que fueron; que la recuperación económica del país la produjo el trabajo arduo de los argentinos en el campo y en las fábricas. Pero el gran volumen del mérito lo tuvo la actividad agropecuaria que aportó miles y miles de millones de dólares a las arcas del Estado. Que esta recuperación fue causada por una favorable circunstancia mundial donde hasta Haití creció a un ritmo del 6% anual. La recuperación se produjo A PESAR del gobierno y de su eterna máquina de impedir y confiscar.

Hoy el gobierno se ha dado cuenta que ha quemado sus naves con las que pretendía seguir su viaje a la popularidad y aprobación de los ciudadanos de Argentina. Por supuesto, el fusible que deberá saltar para salvar la situación será el imberbe ministro del peinado afro y el look hippie. Tiene que quedarnos claro que no ah sido suya la infausta idea de elevar las retenciones hasta un nivel irracional. La orden siempre viene de muy arriba, más allá de la misma presidente de la Nación. Viene, como todo lo desastroso que ha venido ocurriendo desde 2003, desde las circunvoluciones cerebrales de quien se niega a devolver los 650 millones de dólares de Santa Cruz, de quien sigue manejando los piolines de las marionetas desde bambalinas, de quien pone piedras en el camino en las investigaciones del caso Skanska, de la valija de Antonini Wilson, del enriquecimiento ilícito de tantos funcionarios de su mandato, de sus conexiones con las FARC-Chávez, con Irán e Hizbollah a través de su Piquetero en Jefe Luis D’Elía.

La gente, el pueblo de Argentina, espera un gesto de grandeza del gobierno para terminar con el problema más grande que haya tenido con sus mandantes algún gobierno del Río de la Plata. Pero, ¿pueden tener gestos de grandeza quienes siempre se han considerado los dueños de la Verdad, los Dueños del País?

No creo que podamos esperar nada. Creo que la gente del campo debe llevar su tractorazo hasta la Casa “Robada” –pero no detenerse en las puertas sino entrar a ella, llegar hasta el despacho presidencial y hacerle ver a la presidente la conveniencia de que renuncie voluntariamente a su pretensión de imponerle al pueblo el malhadado impuestazo a las exportaciones.

En La Paz, Bolivia, el Palacio Presidencial se llama “El Quemado”, gracias a que la paciencia de nuestros hermanos del Altiplano parecía tener un límite con sus gobernantes, y la costumbre que tenían de convencer a sus presidentes sobre la necesidad de que cesaran en sus funciones consistía en prenderle fuego al edificio y luego colgar al presidente del farol más alto de la Plaza –cabeza abajo. Esperemos que esas viejas costumbres del altiplano no sean importadas en nuestras latitudes. Pero uno nunca sabe. Cuando la paciencia se acaba, la gente mansa y tranquila se vuelve propensa a los Fuenteovejunas. Por suerte, como ya hemos visto un par de veces, siempre habrá helicópteros en el techo que acudan al rescate.

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Esta es la copia del papel que entregaron en Villa Maria los chacareros que están en la ruta.
Reenvíenlo que hay muchísima gente que no sabe nada de todo esto.

Mentira 1: "Gracias a las retenciones el campo tiene el gas-oil barato" (Ministro Lousteau)
Realidad: El gas oil para el transporte en colectivos vale $1, en los surtidores de las estaciones de servicio (precio al público) $1.70 a $2 y para el campo (mayorista) vale $2.20 a $2.30. Y en los momentos de mayor consumo, siembra - cosecha, muchas veces no se consigue.

Mentira 2: "Gracias a las retenciones el campo tiene un tipo de cambio competitivo" (Ministro Lousteau)
Realidad: El campo vende con un dólar entre $1.75 y $2.05 (tipo de cambio menos retenciones) según los productos; y compra los insumos con un dólar de $3.15. ¿Quién puede competir así?

Mentira 3: "En el 2008 el productor recibirá el precio lleno del trigo" (Secretario de Agricultura de Urquiza)
Realidad: En el mercado externo el trigo vale $1150 por tn., por las retenciones el Gobierno se lleva $332 por tn., exportadores y/o molineros (amigos del Gobierno)se quedan con $248 por tn., y el productor cobra puesto en el puerto $580 por tn., solo el 50% del precio lleno.

Mentira 4: "El objetivo de las retenciones es que los consumidores tengan alimentos baratos".
Realidad: El trigo en el 2002 (año en el que se reimplantaron las retenciones) valía $380 por tn., ahora vale $580 por tn., es decir que aumento el 52%. El precio del pan ese mismo año era $2 por kg., hoy cuesta $4 el kg., el aumento es del 100%. El principal objetivo de las retenciones es recaudatorio.

Mentira 5: "Al campo le va tan bien, que desde que asumió este Gobierno, el precio de la tierra aumentó seis veces". (Ministro Alberto Fernández y Randazzo).
Realidad: El precio de los campos aumentó pero no lo compran los verdaderos productores con sus ganancias, sino empresarios, industriales y sindicalistas allegados al Gobierno con fortunas de dudosa procedencia. (Moyano, Eurnekian, Werthein, etc.)

Mentira 6: "La carne no está afectada por las retenciones" (Ministro Alberto Fernández)
Realidad: Las retenciones a las exportaciones de carne, desde 2002 al 2006, pasaron del 5 al 15 %. Además, el mercado de la carne está fuertemente intervenido con precios máximos, manipulación de los Registros de Exportación, aprietes a consignatarios y frigoríficos para firmar acuerdos, etc.

Mentira 7: "El campo se queja y tiene superganancias". (Ministro Alberto Fernández, Lousteau).
Realidad: En la zona de Coronel Dorrego, triguera por excelencia, con los valores actuales, los rendimientos necesarios para sólo cubrir los costos es de 2900 kg por hectárea. El rendimiento promedio es 2400 kg por hectárea. ¿Se gana algo? ¿Hay ganancias extraordinarias?... Y si las hubiera, ¡¿Es un delito que un empresario que arriesga capital, invierte y genera trabajo tenga ganancias?!

Mentira 8: "El campo vende a precios internacionales y compra insumos a valores que se han mantenido en pesos" (Ministro Alberto Fernández).
Realidad: Las retenciones le ponen un precio tope al precio que recibe el productor, actúan como un precio máximo, por lo que los chacareros no se benefician con los aumentos de los precios internacionales. Por otro lado, en el último año, los insumos aumentaron en promedio el 70% en dólares.

Mentira 9: "Este Gobierno no tiene una política anti campo" (Ministro Alberto Fernández y Secretario de Agricultura de Urquiza)
Realidad: ¿¡Todo esto le parece poco?!

Queremos que conozca los verdaderos motivos de nuestros reclamos y mostrarles que las declaraciones del Gobierno son totalmente falsas.
Disculpe las molestias que ocasionamos en su viaje.

enero 04, 2008

Ponga un bobo en su terrorismo

Oliver Stone y las FARC

Estos multimillonarios guiris hay que ver lo que inventan para esparcirse y, de paso, ordenarnos a los que vivimos por debajo del paralelo cuarenta y pico que no podemos querer la democracia, porque entonces qué sería de sus vacaciones.

Si hay algo peor que un guiri que no se entera de nada en cuanto debe cambiar sus zapatos de pisar moqueta por unas botas Panama Jack es un guiri que encima pretende hacer como que se quiere enterar en cuanto viaja a países con mosquitera. Junto a la figura casi siempre respetable del hispanista (a la que quizás debiéramos llamar más bien exotiquista) procedente de los países anglosajones que viene a estudiar sobre el terreno otra cultura, está la exportación mucho menos respetable de esos señores que consideran que el resto del mundo no merece contaminarse con las instituciones legales y económicas de sus desarrollados y democráticos países que les permiten hacerse multimillonarios, porque entonces se les acabaría el decorado para sus turisteos de aventuras. El director de cine Oliver Stone, hijo de madre francesa pero el típico cebollino izquierdista de universidad norteamericana en su opinar y actuar, es desde luego de los segundos.

Es el clásico bo-bo norteamericano (bohemio y burgués), sólo que lo burgués lo guarda para cuando vuelve a su país y lo bohemio para todo lo que queda fuera. Siendo un guionista apreciable cuando opina de lo que le pilla más cerca, resulta sin embargo un director de cine con incapacidad manifiesta para hacer una película redonda (ninguna de ellas lo es) y con un trasfondo ideológico que (como ahora es a nosotros a los que nos pilla lejos) nos parece discutible, aunque no risible.

Pero cuando Oliver Stone se convierte en un guiri que deja al descubierto todas sus carencias culturales e intelectuales es al irse a Cuba a dejarse un bigotillo como el del anuncio de ambiente "hispano" de George Clooney y meterse en el coche apretrujado con Fidel Castro para hacerle a éste lo que las señoritas esquineras a los ocupantes del asiento trasero de las limusinas que las recogen.

Le ha cogido al parecer gusto a cantar las excelencias de todos los terroristas south of the border, como Hemingway se especializó en escribir de unos toros de los que jamás supo una palabra (como decía el inolvidable Fernán Gómez), y ahora se va a filmar la entrega de unos rehenes por parte de los narcobolivarianos de las FARC, desde el lado de los narcobolivarianos, claro, que qué buenos son que se han llevado a los rehenes de excursión.

En Comandante, la oda dedicada a Fidel por parte del director de Wall Street, uno tenía la vívida impresión de que Castro se sentía incómodo por el jabón de alhelí que le daba Stone, y se ponía un poco en aprietos él mismo, para que no se dijese. ¿A qué va a filmar Stone lo de los rehenes de las FARC? ¿A ayudar o a aconsejar que los vuelvan a secuestrar si ve a los terroristas colombianos demasiado tiernos y comprados por el Sistema? Estos multimillonarios guiris hay que ver lo que inventan para esparcirse y, de paso, ordenarnos a los que vivimos por debajo del paralelo cuarenta y pico que no podemos querer la democracia, porque entonces qué sería de sus vacaciones.


abarca@libertaddigital.tv

mayo 27, 2007

El Síndrome del Labio Verde

Consideremos la física de la democracia. La primera ley de la democracia es que “cada chirrido obtiene algo de grasa.” Cuando el gozne de una puerta chilla, un poco de aceite evita más ruidos molestos. La segunda ley es que cuando una demanda de acción se enfrenta con una respuesta de igual intensidad pero diferente sentido entones no se toma ninguna acción. El sistema permanece en un eterno status quo burocrático. Esto conduce a un comportamiento del sistema que es descrito por La Ley del Aire Caliente.

La Ley del Aire Caliente es enuncia así:

PV = nTR

Donde P = presión, V = volumen o intensidad del sonido, n = cantidad de gritones, y TR = Temperatura Retórica.

TR se mide en la escala Tremendista, que varía desde (1) “lindo -pero no necesariamente,” hasta (10) “catástrofe inminente”.

En el asunto del cambio climático “n” ha sido bastante constante pero TR se ha trepado a un cohete espacial rumbo a Júpiter. Tanto P como V aumentaron como resultado de ello, pero a causa de la Segunda Ley no se ha tomado ninguna acción verdadera al respecto. Sólo algunos negocios colaterales como el mercado de los bonos de carbono. Pero cuando hay río revuelto siempre hay pescadores que salen ganando.

De hecho, la relación acción/TR permanece siendo casi igual a cero porque en la ciencia del clima no se ha llegado a ningún consenso. No hay tal cosa como ciencia “establecida.” Por el contrario, la relación Retórica/acción se está acercando a infinito.

Como resultado se ha producido un espectacular aumento del Síndrome del Labio Verde o SLV. Este síndrome se caracteriza por los repetidos gestos de los políticos en dirección a una acción sobre el clima mientras que nadie hace nada. Una de las formas más comunes del SLV involucra establecer ambiciosas metas a fechas distantes –mientras se ejerce el poder político en tiempo real.

En este caso, la física de la democracia está gobernada por la física de la realidad. La Gran Ola Verde está quebrando sobre el inextinguible fuego de la civilización. Los gritos verdes son ensordecedores –pero la física hace mucho que es sorda.