Por Eduardo FerreyraJulio 6, 2008
Los argentinos estamos contemplando azorados la agonía de una república y su transformación en un sistema de corrupción e irracionalidad que parecen no tener límites. En un nuevo imperio donde la característica más notable parece ser una hipocresía abyecta y desvergonzada, practicada por casi todos los que participan en política y son adictos a la droga del populismo desenfrenado.Se han usado diversos términos para definir el tipo de gobierno que existe en Argentina, que vie-nen a reemplazar a los antiguos “aristocracia”, “oligarquía,” democracia”, “plutocracia”, con otros como “Caquistocracia” –el gobierno de los peores; “Cleptocracia” –el de los ladrones; “Partidocracia,” –el gobierno de un partido político que desecha el pluralismo de opiniones y opera “en beneficio del Partido y sus dueños temporales”.
La representatividad democrática es nula, por cierto, y ella se reduce a representar de manera cabal filosofías totalitarias, generalmente de origen marxista-fascistas, en un estado de cosas donde el comunismo y el nazismo se unen para dar forma a un cáncer letal para la Democracia: el populismo.La Democracia casi no tiene, por desgracia, las armas necesarias para defenderse de este ataque al que se le viene sometiendo desde hace muchas decenas de años. Siempre se la invoca para justificar situaciones que son notoriamente antidemocráticas, o proyectos de “redistribución de la riqueza” que consiste en verdaderas exacciones ilegales, confiscaciones y saqueos cometidos contra el gran sector productivo del país.
Hay una idea errada sobre qué es la "democracia” que hizo que todo el mundo crea que es fuente de infinita bonanza y solución para todos los problemas sociales y económicos de una nación. Lo sería si se cumpliesen algunas premisas fundamentales, entre las que se cuentan, a modo de ejemplo y sin que se agote el inventario: que el pueblo sea lo suficientemente instruido y educado en cómo realmente funciona el mundo, cómo se conforman las sociedades, qué es lo que la hace “latir”, cuáles son los peligros que la acechan, quiénes son los que distorsionan conceptos e ideas políticas en beneficio propio o de sus corporaciones.
Cuando estas premisas se cumplen, el pueblo está en menor peligro de ser seducido –engañado vilmente- por personajes carismáticos que les prometen el Paraíso de la Tierra de Leche y Miel, y la felicidad eterna. Por supuesto, nos damos cuenta de que es una utopía.En su libro El Colapso de la Democracia (Ed. Atlántida, 1976), Robert Moss define a la democracia como una 'rara avis' que frecuentemente resulta antidemocrática. Cuando la gente habla de 'democracia' a menudo confunde dos conceptos diferentes.
La democracia es un mecanismo para designar y reemplazar gobiernos a través de la decisión de una mayoría: nada más que un mecanismo. El sistema no contempla la posibilidad cierta que esa mayoría esté profundamente errada y sus decisiones tengan un carácter casi suicida como se ha comprobado a lo largo de la historia, donde decisiones democráticas han llevado a desastres universales. Adolfo Hitler llegó al poder en una elección 'democrática' con un abrumador porcentaje de votantes superior al 80%. Ello fue la prueba de que el sistema de las mayorías no contempla la posibilidad de que puedan estar totalmente equivocadas, o que haya sido víctimas de engaños perversos. No contempla tampoco el hecho que los sabios e instruidos son minoría y los ignorantes, los crédulos e ingenuos y los brutos son mayoría. Sin embargo, los sabios y los preparados están obligados, por el fuerza bruta del simple peso aritmético, a aceptar las imposiciones de los ineptos para usar su cerebro racionalmente, todo en nombre de la “democracia.”
El mecanismo de la elección de gobernantes ha sido explotado por notorios dictadores como Hitler, Stroessner, Salvador Allende, Domingo Perón, y Hugo Chávez, (para no aburrir con una lista kilométrica, y no mencionar a todos los politicastros que se han eternizado en el poder en África, China Popular, Corea del Norte, o Cuba). Esos políticos siempre han transformado al proceso eleccionario en subastas donde sobornan a los electores para que estos les confieran el mandato y el camino al poder –que más tarde convertirán en omnímodo. En tiranías abyectas.
Pero lo que la gente piensa que es la 'democracia', o se refiere a alguna institución calificándola de 'democrática', se refiere en realidad a otra cosa totalmente diferente: cree que la democracia es un tipo de organización social donde la libertad individual y la propiedad privada tienen un gran valor y en la cual los gobernantes respetan la voluntad del pueblo. Ello hace que debamos considerar dos cosas diametralmente opuestas: un determinado conjunto de instituciones políticas que luce el título de 'democracia' pero que, en la práctica se confunde con la 'Partidocracia', el gobierno del partido, por el partido y para el partido con prescindencia del interés general de la población.
El otro concepto es el sistema donde se respetan y se garantizan a rajatabla la libertad, la seguridad del individuo y la familia, y la propiedad privada de toda la población.
Los pensadores desde Platón hasta Ortega y Gasset y George Orwell han sospechado que este tan ansiado proceso democrático termina fatal e inevitablemente en la demagogia y la lucha de clases, para ser finalmente reemplazada por a instauración de una dictadura feroz. Esto se debe a que la partidocracia, un vez que reemplaza a la democracia, fomenta la mediocridad en lugar de promover la excelencia. En lugar de promover la formación de nuevos estadistas y dirigentes sensatos que impidan que los países caigan en el abismo del populismo, fomentan a este último y lo convierten en su arma más poderosa para eternizarse en el poder. En un Reich de 1000 años.
Un escéptico y sabio pensador diría que el hombre es el único animal que pretende elegir a sus gobernantes a través del sufragio universal, donde el electorado, como en el famoso cambalache “…y herida por un sable sin remache, ve llorar la Biblia junto a un calefón.” Donde, como lo des-cribe el tango con claridad profética, “…da lo mismo que sea cura, colchonero, rey de bastos”, o da lo mismo que sea Fleming, Einstein o Pasteur, que Adolfo Hitler, Stalin, Juan Perón, Fidel Castro, o el Ché Guevara. Nada es mejor, todo es igual. Y como decía Paul Verlaine, “Caminamos, ciegos y malditos, bien al borde del precipicio…”
Hay demasiados políticos del montón, inútiles e incapaces de jugarse por una convicción que sería 'impopular'. Siempre están flotando a la deriva de la corriente del momento y de lo que ellos creen que es la opinión pública –que no es otra cosa que lo que la prensa publica y cataloga de 'opinión pública', siguiendo como los políticos el vaivén y las fluctuaciones de opiniones escuchadas de sus amigos en el café, o de los 'opinators' de la televisión. Les guste o no, se hayan dado cuenta de ello o nunca lo hayan imaginado, los argentinos son casi en su totalidad 'demagogos' de alma. Luego de varias generaciones de vivir bajo demagogias, el patrón genético parece haberse alterado y la demagogia impregna el ser nacional.
Por cierto, este tipo de políticos es el que permite el ascenso al escenario del peor elemento de la sociedad, usando las palabras de Robert Moss, que nos retrata con claridad al gobierno del ex presidente Kirchner y al de su muñeco Chirolita actual:
“…ese producto supremo y corruptor por excelencia del sistema democrático: el demagogo. Los argentinos, por cierto, han tenido más experiencia que la que cualquiera hubiese deseado tener en cuanto al significado de la palabra 'demagogo'.““El demagogo llega al poder sobornando al electorado. Promete riquezas fáciles para todos a través de la confiscación de la riqueza privada.”
¿No suena esto muy conocido en estos días de la “redistribución de la riqueza” mediante la confiscación de los productos del agro?),
“Promete terminar con el desempleo mediante la expansión de la burocracia y la máquina impresora de moneda. Nutre su fuerza de la envidia. Desencadena un ponzoñoso odio de clases subrayando las diferencias en riqueza y educación que son inevitables en toda sociedad móvil, es decir, en toda sociedad donde existe lo que suele llamar movilidad social.
Ofrece mitos y no verdades políticas. Busca escapar a la responsabilidad del desastre económico que su programa causa atacando a chivos emisarios. Los chivos emisarios de nuestra época son, naturalmente, los 'especuladores', las multinacionales, la CIA, y los Estados Unidos.”
“El demagogo invita a la gente a preguntar no lo que ellos puedan hacer por el país sino lo que el país puede hacer por ellos. Compra votos prometiendo que el Estado proveerá a todos con un nivel de vida a que cada cual se sienta con derecho, al margen de todo esfuerzo. Si tiene éxito establecerá una tiranía antes de que el mito se derribe y de que el pueblo se de cuenta de adónde realmente se lo está llevando.”
No he podido encontrar definición más precisa de lo que realmente sucede hoy en la Argentina después de cuatro largos y penosos años de la
demagogia in crescendo de Néstor Kirchner, y siete meses del descalabro institucional del gobierno de su Chirolita Kristina, de los cuales más de tres meses el país estuvo prácticamente inmovilizado por el paro agropecuario, y los viajes de la presidente al exterior aprovechados para la renovación de su vestuario, zapatería y aditamentos de Hermes, Louis Vuitton, o Bvlgari. Ha sido un período donde ha reinado la hipocresía bajo todas las formas concebibles, donde el tono falsamente angustiado de los discursos -patéticamente de barricada- pretendía imitar las arengas de la compañera del otro Gran Demagogo que hemos sufrido los argentinos.
Pero la diferencia es abismal; la primera tenía fluidez en sus discursos, y coherencia le sobraba; la K echa sus parrafadas de manera entrecortada, con detenciones entre frases inconclusas, con grandes y nutridos silencios que demuestran una pobre convicción, o que no se ha memorizado bien al guión. "Porque... [silencio] ...las retenciones se inscriben ... [silencio, mientras trata de enderezar los dos micrófonos] ...en el proyecto de este gobierno de... [silencio] ...promover la redistribución de la riqueza ... [silencio, los micrófonos siguen torcidos] ...y les pido,... [silencio] ...argentinos y argentinas... [silencio, los micrófonos, por Dios!] ...me sigan en este proyecto. [clic - zapping a otro canal del cable -toda paciencia tiene su límite].
El espectáculo era grotesco y evidentemente gozado y aplaudido por la claque del choripán y la Coca. No es un misterio que el apagón masivo de televisores hiciera que el ráting de la TV cayera a cero durante la emisión en cadena de las arengas presidenciales.
Pero es mejor seguir con el análisis de esta enfermedad incurable que hoy tiene postrada a la Argentina en su lecho de muerte. Hace 60 años comenzaba como el populismo facho-peronista, y hoy se prolonga en el tiempo como el populismo 'trotsko-castri-peronista', impulsado por uno de los demagogos más nefastos de la historia de nuestra castigada y asolada patria.
“El gran Ortega y Gasset hizo la advertencia que la democracia de masas terminaría produciendo al 'hombre masa', un animal parásito lleno de miedo y de desprecio hacia todo lo que sea excepcional, y así aquellos que 'que no se exigen nada especial' –dicho con las palabras de Ortega, 'triunfarán por mera aritmética sobre los que se existen mucho' y pueden incluso castigarlos por sus esfuerzos.
¿No ha resultado esto absolutamente claro en el deseo de castigar a los productores del agro por sus “excesivas ganancias”, castigarlos por su arduo trabajo de sol a sol, por su esfuerzo para elevar sus condiciones de vida y la de sus descendientes? No se refleja el instinto populista en convertir al campo en el chivo emisario culpable de la inflación, el desabastecimiento, la suba incontrolable de precios que un INDEK sumiso y obsecuente no puede disimular? Echarle la culpa a los especuladores por que la 'chequera presidencial' se está quedando sin fondos para continuar con los subsidios a diestra y siniestra, o la compra de voluntades de gobernadores y otro tipo de políticos tipo Borocotó. El paisaje político argentino es desolador.
“Habrá una correspondiente pérdida de respeto por las habilidades especiales y por cualquier forma de excelencia. Aquel grito de “Somos los dueños ahora” dará como resultado la exaltación de todo lo que es vulgar. […] La tragedia de la mayoría de las sociedades occidentales del mundo moderno es que carecen de concordia, en el amplio sentido moral y espiritual. El fundamento de cualquier ordenamiento político, insiste Ortega, debe ser el consenso –la concordia- acerca de quién debe mandar. […] Cómo ya vimos, la democracia no responde a la pregunta de Ortega. Responde a otra pregunta: “¿quién debe elegir a los gobernantes?”. No dice que quienes sean elegidos deban ser forzosamente los mejores, ni que deban gobernar de acuerdo con la ley y las tradiciones, ni que deben conservar los fundamentos de una sociedad cristiana; ni siquiera dice que una vez elegidos deben dedicarse a garantizar la auténtica representación del pueblo que los ha elegido.”
Termina Robert Moss su prólogo para argentinos diciendo que es evidente que cada país debe buscar su propia solución y su propia salida al problema de la demagogia y la tentación populista. Si la Argentina desea apartarse del ciclo de desgobiernos de demagógicos, intervenciones militares y gobiernos partidocráticos incompetentes, que han obstaculizado, frenado y casi detenido su desarrollo y progreso desde 1945 -y que le han impedido materializar su tremendo potencial de gran nación- deberá hacerlo a través de un modelo de gobierno creado por argentinos para argentinos –pero para TODOS los argentinos, y no para una minúsculo grupo que se haya adueñado de un partido político.Sobre todo, la solución debe comenzar por un arduo trabajo en el terreno de la educación pública, a restaurar la excelencia en la educación como la imaginó Sarmiento y que sirvió en su momento para poner a la Argentina entre las cinco naciones más ricas del mundo.
Cuando los niños y la juventud hayan sido instruidos y educados en los valores tradicionales del sentido del Honor, la Honestidad, en el horror a la Mentira y al robo de los bienes públicos, se podrá comenzar a trabajar en el desmantelamiento de la estructura de pensamiento que hace posible al populismo y a sus hijos bastardos, la demagogia, el sindicalismo, y la corrupción. Se trata de recuperar el sentido del concepto de Honor y Honestidad. Que la gente vuelva sentir vergüenza de robar, estafar, lucrar con prebendas otorgadas por amigos en el gobierno; que condene al ostracismo y al olvido a los amigos y conocidos que han estafado, robado y lucrado a mansalva con la cosa pública.Que el hacerse asquerosamente rico durante una gestión pública merece la condena a cadena perpetua –o al paredón, para no gastar recursos que serían más útiles en otras áreas.
Que la gente vuelva a considerar que evadir impuestos es inmoral; que lo popular debería permanecer recluido en el terreno deportivo, y desconfiar hasta la muerte de los políticos carismáticos y sonrientes. Nos han traicionado tantas veces que no comprendo cómo hay alguien que todavía les cree cuando rezan el Padrenuestro.Pero para saber cómo combatir todas esas lacras es necesario saber distinguirlas y saber dónde hacen su nido y cuáles son los mitos y falsas creencias que le dieron nacimiento y los mantienen con vida. Mañana, o quizá pasado, la seguimos. Veremos a La Lacra No. 1: El Populismo.
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